jueves, 2 de diciembre de 2021

Madrigal No. 12

Después de un breve sueño
abro los ojos al insomnio
y a mi lado te encuentro arropada
solamente con la noche de tu pelo.

Hambrientas de tu forma,
mis manos convierten en arcilla
la penumbra donde fingen sentirte
y en ella acarician todo lo que no sé de ti.

Sedientos de tu rostro
y tus manos, mis labios
te atribuyen los sabores
del frío, la sangre y la amargura.

Sin embargo, adoro la vigilia
y la soledad y las tinieblas
porque en ellas creces
y te apoderas de mi mundo.

Aunque nada pueda ver,
te veo siempre a contraluz:
más allá de tu adorada silueta
arde un sol interior o un incendio.

lunes, 29 de noviembre de 2021

Como si tuviera alas...

La oscuridad me empujó,
tropecé con algo y sentí
que yo era un ángel o bicho
estrellado contra el fondo
de su insondable torpeza.
Mas demonios e insectos
sí vuelan. Yo no puedo.
Lo que veo a mis espaldas
es el fardo de las pesadillas.

jueves, 25 de noviembre de 2021

Madrigal No. 11

Vengo de un lugar sin estaciones. 
Para mí, la primavera no es más
que un verano menos caluroso,
multitudes volcadas a la playa
como si el mar desapareciera
entre el otoño y el invierno,
ajeno entusiasmo, risas y humo
desde balcones o terrazas lejanas.

No me importa si hubo alguna primavera
en nuestras vidas, si ya de mi otoño 
caen los días o si en tu pelo ocultas
los pasos de la nieve. No somos frutos
en su momento más dulce, no tenemos
la piel de durazno y en otros cuerpos
los sedientos beben el cáliz alegre
del melón o la sandía. Pero yo deseo
nada más que abrazar y besar tu madera,
morder tus raíces y con mis dientes
librarte del pasado y del futuro inevitable.
 
Márcame la frente, los labios y el pecho
con los pliegues que el tiempo ha trazado
donde empieza tu tallo, en tu soñado vientre,
en el canela de tu pecho, en cada una de tus ramas.
Deja correr mi sangre por los surcos de tus años
y rendirte a los pies la juventud que me queda
como una flor silvestre en medio de la umbría.

Recibe mi fuego y arderás de lujuria o de amor,
tal vez de orgullo o quizás de vergüenza,
pero serás por un instante mi Dios,  
eterna en el deseo, la esperanza y la tristeza,
y para siempre invulnerable a mi olvido.

viernes, 19 de noviembre de 2021

Madrigal No. 10

Tu cuerpo empieza
en la noche interminable de tu pelo.
No sé si también de ti se aleja
o si soy yo quien se abandona
cuando vuelas hacia la primera
o la enésima reunión de la jornada,
y furtivamente su cometa observo
hasta que te pierdes por un pasillo
donde ya no pueden seguirte
ni la vista ni la dicha.

Todo es nocturno en tu pelo:
hasta tu espalda descienden
y desde ella vuelven a su cauce
las últimas sombras de la tarde,
la pensativa aparición de la luna
en una cascada que ofrenda
su espejo a la penumbra
y su música al silencio. 

Pero también tiene tu pelo
la negra majestad del cuervo
al mediodía y la negrura
que en los ojos arde
cuando doblas una esquina
y te encuentras de frente
con la furia matinal
o la poniente ira.

Todo es luz en tu pelo
y en él todo es iluminado espacio.
Aquí en las tinieblas
de mi destino sin ti,
vivo midiendo su eternidad
y mi desdicha en cada destello.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Madrigal No. 9

Enamorado estoy de mi desdicha
porque tiene la forma de tu movimiento,
porque se aleja, regresa y vuelve a irse 

con tu vaivén de palmera en la tormenta,
con tu ligereza de pliegue en la arena
cuando el vendaval anda por la playa.

Adoro mi tormento porque imita
el ritmo telúrico de tus caderas,
porque su caminar también derrumba

mi cordura, desfonda mi conciencia
y dirige mis pensamientos a tu espalda;
porque sus nalgas tiemblan como las tuyas

y su temblor divide mi tiempo en cataclismos
que me dejan sepultado bajo el hambre y la fiebre
donde invento el sabor de tu piel y tu calor remoto.

Embelesado estoy en mi amargura
porque sabe herirme y escaparse
con tu prisa de cazadora y de venado,

porque me olvido de mí mismo
viéndola andar como tú caminas
por los mismos rincones, y brevemente

soy otro en el deseo: tu esposo,
tu amante, el que ya vive adentro de ti
y no el que duerme a las afueras de tu cuerpo.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Madrigal No. 8

A cambio de mansiones y opulentos almacenes,
te ofrezco la ciudad donde vivo corazón adentro,
cuna de mis mayores y destino de mis pensamientos.

Cuando ya tu mano no quiera levantarse
a saludar millonarios, ingenieros y abogados,
vuelve la mirada a los samanes, ceibas, guayacanes

que te invitarán a su sombra y en la umbría
te ofrendarán mi cuerpo, si un día compartes
esta lujuria sin tregua, este anhelo sin lluvia.
 
A cambio de aeropuertos, autopistas, restaurantes, hospitales,
recibe el viento y la hojarasca que en torbellinos desfila
por mis calles tocando flautas, guarachas y maracas;

los siete ríos desbordados una misma madrugada de Semana Santa,
tras el diluvio de toda una noche, y las casas donde los impíos
despertamos aún manchados de pecado y con el barro a la cintura;

una tienda de barrio tristemente parecía a otra tienda de barrio
en la cual te espero sin conocerte aún y sin qué tú la conozcas,
mientras sigue sentado a mi lado otro amor como un borracho dormido;

el parque cuyas estatuas leprosas y tuertas
a nadie declaman sus sonetos ni reprochan el olvido,
y sonrientes observan las palomas o escuchan a los locos;

las áridas canchas en que mi padre
sufrió las primeras patadas de la vida
y su fantasma niño sigue jugando sin levantar el polvo;

las tabernas oscuras a pesar de sus neones,
los cruces clavadas a los cerros y también a mi pasado,
las montañas que imponen su verdor a la neblina y al humo,

los espejos miserables y mágicos al fondo de los huecos en el asfalto,
los andenes vencidos por las raíces y sepultados bajo pétalos rosados,
las esquinas donde no sé por qué me detengo, los buses con rumbo a la nostalgia...   

Si te conviertes a mi adoración por ti y en tu nombre mi cordura sacrificas,
tuya será toda la entrañable fealdad de este mundo tan ajeno al tuyo,
pero tan ansioso de tu llegada, como si yo fuera la sequía y tú, el aguacero.

Madrigal No. 7

Quisiera ser un poeta de las ideas
y vivir con los ojos hacia adentro,
fijos en un laberinto de estanterías
que alcancen las platónicas esferas
y pobladas estén de tomos robustos
como sarcófagos de cuero o terciopelo.  

Otro Borges quisiera ser para discurrir
en cuartetas de marfil y sonetos marmóreos
sobre Heráclito y Zenón y Berkeley y Schopenhauer,
para vislumbrar entre una letra y la otra
destellos de la verdad oculta bajo los alfabetos,
para soñar ulricas que salgan conmigo por la noche
sin importar la penumbra ni la nieve,  
porque la vista y el tacto nos engañan,
porque más oscuro será nuestro comercio
de perífrasis sin notas al pie,  
porque más gélidas son nuestras almas
invulnerables a la humedad y al fuego.

Quisiera no querer lo que realmente quiero.
 
Mi nombre aspira a tu voz
mucho más que a las antologías,
y he visto pasar aún más horas
en la cascada nocturna de tu pelo
que en el río donde se fugan los días,  
y más que el árbol del bien y el mal,
la serpiente, la manzana y el edén, 
me importan tu ritmo de palmera al caminar, 
tu movimiento de culebra en el agua
y la cereza negra o la ciruela de tu boca.

De verdad, no pretendo cantar sobre un infierno 
de círculos concéntricos en tercetos inmortales,
sino arder entre llamas con la forma de tus brazos 
y consumirme hasta quedar reducido 
a solitario instante de placer,
al remordimiento, al olvido,
a poco más o mucho menos de la nada 
que ahora soy y seré siempre para ti. 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Madrigal de invierno

Una vez más le contaré a tu ausencia
aquel sueño que alguien sigue soñando
en mí y a mi pesar, porque yo soy otro,

el resignado a la vigilia y el olvido,
y no el soñador que aún te sigue sin llamarte
en medio de una niebla imposiblemente densa,

porque no es la neblina de algunas madrugadas
cuando la lluvia cabalga despacio por las cordilleras,
y tampoco la tos de los buses ni el humo de la basura incendiada,

sino toda la tristeza del ayer y del futuro
apoderada de nuestra ciudad y de mi vida,
encerrándome en la penuria de ser solamente

testigo de tus pasos y alegrías,
voyerista por azar de tu dicha y tus triunfos,
espectro miope que, oculto en su amargura,

te ha visto enamorada de un dolor venidero
y también de un hogareño amor y de tu hijo.
Sin embargo, todo lo borra la niebla del sueño:

las calles y mi desdicha del pasado y de siempre,
los edificios y tu estabilidad de esposa y madre.  
Mi dormido anhelo solo distingue tu leve estatura,

tu silueta de niña que nació señora,
tu andar que no es apresurado ni lerdo,
tu cadencia inocente de su propia gracia.

Cerca te veo y hacia tu ilusión camino
cuando tu espalda desaparece de repente,
hecha remordimiento, niebla, frío, nada.

Tercamente resurges y vuelve la esperanza
más allá del desenlace y los años de silencio,
y de nuevo me acerco a tu instantáneo esfumarte.

No soy el mismo que en mí y a mi pesar te sueña,
porque yo desgarraría la niebla con tu nombre
y te hablaría como algunas veces lo hice,

preguntándote por la fecha de una tarea o un examen,
aunque yo la sabía muy bien, solo para oír en tu voz
tan dueña de su propia música las horas, los días y los meses.   

A lo mejor sí soy el mismo que te busca
en ese mundo por el presente nublado,
pero a diferencia del perpetuo soñador

yo me detendría y te perdería de vista,
convencido de haberme acostumbrado a este destino
que sigue marchando en dirección contraria a tu rumbo.

martes, 9 de noviembre de 2021

Madrigal No. 6

Haz con mi cuerpo
lo mismo que haría el mar por la noche
si desde el muelle sin patrullas ni borrachos
saltara a las olas gemelas de tu pelo,
a la espuma que oscuramente imita
tu sonrisa de madre con el mundo en brazos,
al agua que en la sombra remeda tu risa de niña
acostumbrada a pedir perdón antes de pedir permiso.
 
Si no es profunda tu vergüenza
ni hondo tu desprecio,
déjame romperme a tus pies
en besos, gruñidos y lágrimas,
y luego aplástame, revuélcame,
líjame la piel y los huesos
entre mareas de bofetadas y uñas.
Derrumba sobre mi boca desesperadamente abierta
incontables montañas de saliva y sudor,
lléname los pulmones de todo tu sabor a menta y sal,
y húndeme hasta negarme por completo
ahí donde más frío es tu aliento.
 
Hazme víctima y vestigio
de la corriente que a tus senos lleva.
Conviérteme en criatura de tu deseo submarino
y en sustento de tu placer abisal.
 
Amén.

viernes, 29 de octubre de 2021

Madrigal a la manera de Quevedo

La hormiga solo sabe ser hormiga
y va tranquila con su fardo.
Calmada teje la araña su morada
y sereno anda el ratón cavando.
Mas yo la paz no encuentro
llevando a cuestas mi deseo
ni soy quien trenza la atadura
que me une a un destino tan ajeno al tuyo.
Es en mi entraña donde la angustia escarba
como tú trabajas: sin horario y sin recesos. 

viernes, 22 de octubre de 2021

Madrigal No. 5

Siento por ti la soledad de los monstruos,
aunque yo solo sea hormiga de oficina,
araña con patas de máquina de escribir,

telefónico pulpo, simio mecanógrafo, 
roedor de papeles y de mi propia mi alma,
reptil bajo escritorios, mulo asalariado.
 
Por ti quisiera ponerme un costal en la cabeza
para que no volvieras a ver esta cara
tan dolorosamente normal,

este rostro sin cumbres, sin abismos
donde tu mirada nunca se detiene
con piadosa lentitud ni espantada. 

A ti quisiera contemplarte, respirarte
y oírte por un solo agujero de mi máscara,
escondido tras las cajas de archivos obsoletos,
 
en que no tienes razón ni locura para buscarme, 
o entre los árboles del parque adonde vas a olvidar
tantas preocupaciones en las que yo no estoy ni existo. 

De ti quisiera huir cuando descubras 
mis destrozadas botas embarrando tu rastro, 
mi desdentada boca besando tus huellas.
 
Quisiera correr lejos de ti hasta quedar sin un suspiro
y dejar a tu merced un cuerpo irremediablemente horrible,
pero al fin en paz, porque no tendrá esta vida que te sueña.

 

Madrigal de otoño

¿Volveremos a hablar algún día?
Para oírme, solo tienes que salir
o abrir la ventana y prestar atención

al mundo que eres, a la ciudad aquella
o a cualquier ciudad que habitándola
conviertes en monumento a tu tristeza.

Mi voz no tiene por qué volver a ti,
pues nunca se fue. Cuando el viento
te habla en su idioma de hojarasca,

cuando a ti se acercan sus perros
de polvo y papel, sus gatos de plástico,
es a mí a quien oyes llamarte sin quererlo,

porque te encuentro ahí donde no debes estar,
ahí donde me creo más a salvo de tu constante
y ominosa manera de pensarte con mi pensamiento,

como si al alejarme por tierra me perdiera
más adentro de mí mismo, como si las calles
de ahora dieran todas a las calles de ayer

y yo siguiera llevando a caballo ese tiempo,
bajo el aguacero de aquella noche o del llanto,
con los pies embarrados o en este amor estancados.

Para oírte solo debo pisar la arena,
quedar mirando los buses y aviones que no tomo,
observar la gente a la salida de los aeropuertos

aunque a nadie conozca, fijarme en todo
lo que se dispersa y a juntarse vuelve
siempre reunido por azar, pero jamás unido.

Óyeme afuera cuando quieras
y cuando no lo quieras también
has de oírme como yo te oigo agitar las hojas

en todos los patios sin que a mi puerta llames.
Mas no volveremos a hablar.
Nada pueden decirse nuestras voces.

En una esquina del mundo que fuimos y somos y seremos
ya no se reconocen o se ignoran mientras esperan
distintas rutas hacia el final de la misma historia.

jueves, 21 de octubre de 2021

Permanencia

¿Quién dice que la dicha es breve?
En un lugar del tiempo que no es pasado ni presente,
porque ya pasó y, sin embargo, ocurre todavía;
en una esperanza cuya luz no vuela hacia el futuro,
aunque tampoco se dirige al olvido
ni a esa forma de la muerte que llamamos «resignación»;
en unas horas tendidas entre la memoria y el deseo
como si fuesen años, décadas o la vida entera,
seguimos atravesando esos pueblos grises
que nunca dejamos atrás,
que nos habitan desde aquel entonces.
Seguimos viendo cómo la neblina nos oculta
el mañana inevitable donde termina primero
este momento, después el viaje y finalmente nosotros.
Seguimos ascendiendo por el lomo de la montaña,
mítica serpiente de cuero vegetal dormida sobre sí misma.  
Seguimos buscando el pequeño hotel al cual llegamos sin problema,
pero el recuerdo y la ilusión aún nos preguntan
si no queda más cerca del sol ya retirado en el punto más brumoso de la tarde.
Sigo viendo tu perfil, inmóvil sobre un paisaje
donde todos los árboles huyen como pájaros asustados.
Tú sigues mirando el camino sin saber que pronto acabaría para siempre,
sin saber que vuelves a tomarlo cuando te nombro en contra de mi voluntad,
sin saber que seguimos en él, nunca avanzando y jamás volviendo a casa.
Sigues ahí, con los ojos en el asfalto o el horizonte,
ignorando y compartiendo esta alegría de estar perdiendo lo perdido,  
este dolor feliz de haber vivido y de seguir viviendo.

sábado, 16 de octubre de 2021

Madrigal de octubre

Ven a mí con el ruido
de todo lo que cae a solas
cuando más callada está la noche.

Anúnciate con un estruendo
de cristales, de madera
en sí misma naufragando.

Escóndete en el espejo del baño;
en cuanto encienda la luz,
mátame de miedo y alegría.   

Alarga tu mano entre las calles y la noche,
tócame el hombro mientras lavo los platos
y recibe mi cadáver en el reino de tus brazos.

Despiértame con la mirada y quédate mirando
estos ojos abiertos al placer y al terror
de haberte visto por fin cercana en la penumbra.

Tócame el hombro sin estar aquí
y deja en el piso este corazón feliz
de estar lamiendo tus pies con mi sangre.

sábado, 2 de octubre de 2021

paz/boulez-boulez/paz

fría/mente
científica/mente
matemática/mente
calculado y meditado
razonado y programado
(no se enojen si he rimado /
ha sido un accidente controlado)
para no gustar ni disgustar
ni deleitar ni embelesar
ni recitar ni dedicar

cada palabra / una hormiga
cargada de sílabas inertes
cada nota / una traidora
que arroja el don de la música
a los oídos de los puercos
cada verso / una semilla de plástico
tirada a un jardín sintético
cada acorde / un martillazo
dirigido al cráneo de los asnos

saquen los cuadernos /
cuadriculados por favor /
y escriban lo siguiente dos puntos

no rimarás ni reirás

en vez de "luz" y "desnudez"
escribirás "claridad" y "transparencia"

ni se te ocurran las palabras "alma" o "corazón"
para ello tienes otras como "ser" o "centro"

si en tu cerebro detectas
eróticas goteras o amorosas filtraciones
busca pronto un cántaro con ornatos hindúes
o un vaso metálico donde suenen dodecafónicamente
tus lágrimas (fatalError) los fluidos de tu humanidad

(repito / aunque debe evitarse la repetición
para evitar el peligro de la rima y el ritmo /
que disfrazarás toda romántica vulgaridad
bajo los hábitos del monje y la bata del científico)

si en tu cabeza suena una melodía
golpéala contra la hipermoderna teoría
y dale al vulgo iniciado y al vulgo vulgar
fugaces fragmentos esquivas esquirlas abstractas astillas
mas nunca patéticas partículas doliente detritus sentimental ceniza

si haces llorar al lector o al oyente / has fracasado /
renuncia a toda idea o pasión que puedas comunicar llana/mente

has muerto si te conmueven o indignan
las mismas cosas que conmueven o indignan
a más de los cinco o veinte pelagatos altivos
que te oyen tronar frente a un tablero o desde un sillón de tu casa
como una madre angustiada porque las costumbres son cada vez más ligeras afuera

en el infierno leen a Bécquer y a Nervo en voz alta
satanás pasa las noches tocando polkas y cumbias en su órgano de huesos

renuncia a todo parámetro reconocible a toda formalidad evidente
a toda colectividad que no te venere y defienda con rabia tu est(á)ética
a la fanfarria y la romanza al patriotismo y el folclor
al amor en acordes mayores y al sexo sin misticismo
al hambre y la soledad tambaleantes entre casas de arrabal y escalas menores

[fin del decá(logo)]

obedece(nos) a los dioses de lo que fue es y será moderno /
entonces / solo entonces /
podrás llamar vetustos y obsoletos
a todos aquellos que te critican y rechazan

apóstoles y exegetas verán en tu pelo /
escaso o leonino /
una corona que nunca pasará de moda

óyenos léenos más allá del hastío
más allá del frío del alma centro
y te consolaremos de la inevitable indiferencia
te enseñaremos a despreciar el aplauso del lego
a responder a los chiflidos y las preguntas
con una sonrisa de tigre a punto de saltar sobre el ciervo
a negar cualquier atisbo de cursilería o ignorancia

te haremos tan árida/mente abstruso
tan intolerable/mente intolerable
que por fin serás intocable
(pues quién diablos querrá siquiera acercársete)

te libraremos de ti mismo / te salvaremos de tu vida

amén punto final

viernes, 1 de octubre de 2021

jueves, 23 de septiembre de 2021

Madrigal No. 3

Los nombres de las calles 
a tu nombre me llevan. 
 
Al recuerdo de tu voz le pregunto 
qué dicen las señales en las esquinas. 
 
Imagino tu silencio, tal vez tu sonrisa
y luego la cadencia maternal de tu respuesta. 
 
Las palabras caen de tus labios 
a la altura donde no se oyen sus alas. 
 
Hablas un idioma de bandadas 
que desaparecen volando casi inmóviles. 

Al recuerdo de tu voz vuelvo 
con la misma pregunta y el mismo secreto. 
 
Los nombres de las calles 
a tu nombre me llevan... 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Madrigal No. 2

¡Cuánta distancia entre dos manos
que a veces llegan a rozarse!
Escritorios como desiertos
cada día más anchos,
murallas de cartón,
torres de folios,
la infranqueable vastedad
de un papelito de color pastel,
la moral, el sentido común,
la obligación de progresar:
todo se opone a esa vida que persigo
cuando intento con un dedo temeroso
y temerario palpar el destello
de tu mano siempre al vuelo,
de sus rayos terminados en uñas,
pero inasibles como la luz por ti presente
y al mismo tiempo despuntando
más allá de nuestros días.

Te alejas y queda mi mano volando
o cayendo entre la cercanía sin fin
y esa altura donde no me espera tu caricia.

martes, 14 de septiembre de 2021

Madrigal

Sobre la alfombra caminando vuelas,
cuerpo fugaz entre los escritorios
y desde ahora fijo en la memoria.

La vida nace y la jornada empieza
cuando la luz te abre la puerta
y tu callado paso acalla los teclados.

El minuto se alarga indefinidamente
tras tu pelo que cruza la oficina
como una noche súbita y eterna.

Tu perfume atraviesa corredores
dividiendo el mundo entre su estela
y el olor de los archivos muertos.

Tu voz ordena mis tareas,
revuelve el trabajo con el sueño
y suspende mis deberes en tu aliento.

Tu arrullo me despide y abandona
en un nido de cartón y de tachuelas
donde espero lo que llueve de tus manos.

Por la fiel quincena y la jubilación certera
no estoy aquí, sino por todos los milagros
que tu paso invoca y tu presencia obra.

Te siguen las montañas y las aguas, 
tus piernas trepan, a tu cintura llegan,
el sol se pone de repente en tus caderas,

y nada más que tu silueta existe.
Tuya es la forma del cántaro y el río, 
del arqueado horizonte y la marea.

Quisiera renunciar, pero no puedo, 
al ansía de libar tu colorete oscuro
y a tus pies unirme con mis labios.

¡Que me trague la tierra, si se mueve
como te mueves tú cuando caminas!
Polvo seré, mas polvo que descalza pises.

El salario y la pensión daría, si pudiera
ser la misma ruina donde siempre caen
tu cuerpo fugaz y tu beso de cometa. 

miércoles, 25 de agosto de 2021

Crear es jugar

Los amargados y los ingenuos creen que la solemnidad es la cumbre de las artes. Si algo no es grandilocuente, extenso o abstruso, inmediatamente lo consideran «menor», «no esencial» —lugar común por excelencia de la crítica musical—, «prescindible». Siempre habrá, por supuesto, un lugar para la seriedad, para llorar a los muertos y lamentar que en la vida todo sea tan breve y todo llegue tarde, pero en realidad la maestría en un arte o un oficio se alcanza cuando se puede jugar con las palabras y la gramática, con los acordes y los ritmos, con los colores y las formas. 

El humor está mucho más cerca de lo sublime que lo solemne. A través de las artes, tanto el creador como el espectador están tratando de volver a ese estado en que el mundo parece un misterio recién descubierto por los ojos de quien lo contempla. Ese retorno no es posible si se carece de la inteligencia y la sensibilidad para preguntarse por el origen y la función de lo que nos rodea, y para soñar y jugar mientras los otros están ocupados en regresar a la infancia por otros medios, digamos trabajar y ahorrar para comprar los juguetes lujosos o tomar las vacaciones que exige el niño interior. 

La práctica hace al maestro y el maestro es aquel que puede jugar con su maestría. Se admira tanto la picardía de una jugada antológica de fútbol o de tenis, la cita inesperada o burlona en un solo de jazz o un estudio para piano, la rima osada o la engañosa sencillez de un poema, porque otro nos ha señalado el camino de vuelta a la niñez, y así vislumbramos o escuchamos brevemente la luz y los cantos de ese paraíso perdido. Tardamos muchos años aprendiendo a ser adultos y otros más tratando de recordar lo que intuitivamente sabíamos cuando éramos niños. 

No se debe corregir a quien comenta que una obra maestra o de mérito parece creada por un niño. Tiene toda la razón. Incluso, son esos arranques creativos de la niñez los que más nos deslumbran en las creaciones de tono elegiaco o trascendental. Al escribir las líneas inmortales:

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas... 
 
Miguel Hernández quiso decir que estaba triste como un perro. Un niño hubiera dicho eso. ¡Qué cerca está lo elemental de lo sublime! Sin embargo, estamos demasiado ocupados y fascinados con lo complicado para recordarlo, porque lo supimos cuando la vida no era más que un juego sin fin y lo olvidamos por andar jugando a ser serios.  

lunes, 16 de agosto de 2021

El misterio que somos

Así como poblamos la oscuridad con nuestros miedos, el otro —ese eterno desconocido— es el cristal en el que nos enfrentamos al reflejo propio. Nuestros enemigos se parecen mucho a nosotros mismos, especialmente en su manera de odiarnos, porque día a día, cuando no hora tras hora, debemos resistir a la tentación de aplastarnos la cabeza contra una pared, de arrancarnos la lengua y arrojarla a la basura, o convertir nuestras manos en la soga del verdugo.

Exigimos a los amantes que encuentren el fantasma de un amor en uno de nuestros incontables laberintos. Nos decepcionan si se niegan a contentar nuestra locura; si deciden seguirnos el juego, nos perdemos junto con ellos en algún recoveco por andar buscando a la madre o al padre ausente, o a una pareja del ayer o del ensueño. Vivimos empecinados en negar la realidad del ser amado y le atribuimos a su existencia y a su pensamiento, tan limitados como los nuestros, poderes divinos o demoniacos. Sin embargo, llevamos la vara mágica del hada en nuestra mano y la aureola del ángel brilla sobre nuestras cabezas. De la misma forma, nos pertenecen el recetario de la bruja y el pelaje de la bestia. Lo sublime y lo horrible del amante están en nosotros. Si no fuera así, no podríamos reconocer o imaginar su bondad ni su maldad.

A nadie conocemos. Ni siquiera al amigo de toda la vida. Solo vemos destellos o sombras de las fuerzas que bullen dentro de su humanidad como en el centro de un planeta. Nos conocemos un poco más a nosotros mismos. Desde esa ignorancia a medias interpretamos y juzgamos los actos y la inacción de los demás. Muchas veces basta una cortesía para enamorarse, pues desde el fondo del desamor la cordialidad parece un milagro. Acusamos al vecino de una mezquindad engendrada por nuestro aburrimiento o nuestra amargura. El otro es una ventana. Tardamos mucho tiempo en descubrir el interior. Pasamos décadas, cuando no toda la vida, encantados y horrorizados por la imagen de quien está mirando por fuera.

domingo, 15 de agosto de 2021

Años nuevos

Siempre esperamos la medianoche del treinta y uno de diciembre con la esperanza de que los próximos doce meses le robarán a la fantasía todo aquello que ansiamos. La embriaguez, la dicha y la ilusión de la víspera forman grietas sobre la realidad. A través de ellas vemos cómo nuestros deseos aguardan, encerrados en una cárcel cuya ubicación desconocemos, el momento en que la suerte dinamitará los muros de sus celdas y saldrán a gozar de nuestra libertad.

Olvidamos que el deseo solo se ama a sí mismo, que la insatisfacción es el espejo ante el cual vive admirándose y que, por lo tanto, las decepciones serán inevitables. Peor aún, ignoramos cuántas alegrías menospreciadas cuando eran costumbres, pan de cada día, rituales cotidianos o frecuentes, se irán con el año agonizante para nunca más volver.

Me asomé por primera vez a esta verdad en la última noche del año 2014. Noté en la piel de mi abuela Ana una palidez rutilante bajo las lámparas de neón del quiosco donde celebrábamos la llegada del año 2015. Sería también el último treinta y uno que celebrara con mi primo Zachary, pero en su caso no tenía la menor idea de esa fatalidad.

El palor de la abuela me hizo volver de los ensueños de amor, placer y viajes a un presente dominado por la conciencia de la muerte. El temor me empujó al silencio. En ese momento no pregunté por el aspecto de Mamá Ana, como la llamábamos todos sus nietos, ni hice el menor comentario al respecto. En marzo de 2015 a la abuela se le diagnosticó un cáncer y falleció luego de varios meses de un tratamiento tortuoso. Su postración y sus quejas son algunos de los recuerdos más dolorosos de mi vida.

En cambio, no recibí del destino ni del azar ninguna señal de que el 31 de diciembre de 2017 sería el último en que pudiera abrazar a mi papá. Recuerdo su alegría al salir a la calle junto con su hermano Diego para mirar y oír los relámpagos y los estruendos de los cohetes y los volcanes, la lata o la botella de cerveza en su mano, y su satisfacción por haber reunido a unos cuantos familiares en nuestro apartamento, en especial a la tía Mercedes, siempre renuente a esos encuentros. Tan contento estaba mi padre que debí advertirle cuán cerca estaba la humareda de la pólvora. Al verla, regresó con una agilidad casi de niño a la portería del edificio donde vivíamos, riéndose de su despiste.  

A mediados de enero su salud empezó a declinar rápidamente. Murió el 7 de septiembre de 2018. Me hubieran bastado una semana de tempestades, el canto de un pájaro o la advertencia de un ciego para atesorar el más leve detalle de ese último treinta y uno mientras trascurría, y para compartir más plenamente con mi papá la felicidad de estar vivo.

Mientras haya vida, siempre será posible que una charla, un abrazo o un beso sean los últimos. Es insensato lamentar la brevedad de la existencia y reprocharnos nuestra condición de prisioneros de la esperanza. Lo más práctico o lo más sabio es considerar el más humilde de los deleites como una fortuna o una bendición. Ninguna victoria es definitiva y todos somos perdedores. Lo más cercano a la gloria es haber amado profunda e intensamente antes de que la muerte y la ausencia nos arrebaten a los seres amados, y seguirlos amando de la misma manera hasta que la nada vuelva a juntarnos.

viernes, 13 de agosto de 2021

Azar

Hace unas horas encontré un naipe tirado en la acera. Estaba al revés. Con una ligereza tal vez fatal decidí no levantarlo. «Son tiempos de peste: mejor no ensuciarse las manos», pensé. Además, durante toda la vida adulta me he enorgullecido de ser nada supersticioso. Caminé un poco más despacio, mirando cómo el fondo rojo y las líneas blancas del arabesco reflejaban la luces de los postes o del carro que atravesó en ese momento una de las avenidas cercanas. Eran más o menos las nueve de la noche.

Durante todo el camino no puede evitar preguntarme por la historia y el valor de la carta. ¿Se le habrá caído del pantalón o del bolso a un mago, a un tahúr, a una tarotista aficionada o a una mentalista profesional? ¿Pertenecía a una baraja española o francesa? ¿Era uno de esos naipes cuyo número augura una buena mano de póquer o de veintiuna? Si al recogerla hubiese visto un corazón, ¿la falta de higiene no se vería recompensada por una efusión de optimismo? ¿Y si, en cambio, hubiera descubierto una hoz y un esqueleto...?

Me niego a volver al lugar del misterio. Atribuyo esta cobardía al sentido común y también a la fecha: es viernes trece.

Por culpa de la razón, seguiré ignorando mi futuro.

Tres refutaciones

Refutación del pasado


Es inútil que siga huyendo de tu nombre.
Lo escribe la luz y lo dice el viento
cuando intento esconderme
detrás de la palabra «presente».
Aunque los años hayan cruzado en bandadas
los cielos diferentes que miramos o ignoramos,
aunque estamos definitivamente lejos
de acuerdo con los mapas y los calendarios,
me persiguen la fragancia de tu ropa
aún colgada en ese patio triste,
el silbo largo de aquellos pájaros
que interrumpieron tu sueño una madrugada
y que no pude espantar ni descubrir en el balcón,
el brillo de la puerta blanca
tras la cual me esperaste un mediodía de marzo.

Llevo conmigo las luces de la ciudad
vista de noche mientras bajábamos por la montaña,
porque siempre estamos a punto de llegar,
porque realmente ningún camino termina jamás,
porque en la memoria nada es fugaz y todo es inasible.

Refutación de lo inerte


La vida lo abarca todo
y todo sirve a la vida.
El agua que la sustenta
viaja por venas de roca
y por arterias de piedra.
La sangre de los vivos
es hermana de la lava.
El duro suelo, aun estéril,
nos libra del infierno
y nos otorga la huella
como prueba de existencia.
El barro que no siente
abriga con su calor de madre
el presente y el futuro,
la raíz, el bicho laborioso,
la semilla, la larva que mañana
quizás reine en un planeta
donde la vida sigue ocurriendo,  
aunque nadie piense en ella.

Refutación de la cordura


Son límites vanos,
muros de aire,
la virtud y el vicio,
la sabiduría y la locura.
Se vive ebrio, o no se vive.
La mariposa y el pájaro salvaje
nos emborrachan con los colores de su vuelo.
Está muerto quien no siente, al caer la noche,
que las flores le revelan el aroma de la sombra
mientras duermen al pie de los árboles o tras los arbustos
como leopardos solares, pumas rojos, tigres naranja, zorros blancos.

No ama verdaderamente
quien no busca en el amor su propia destrucción.
Me queda, entonces, el consuelo
de haberte amado como debe amarse la vida:
más allá de la razón y la calma,
más allá del sentido y la certeza.
En un pueblo encantado y oprimido por la neblina,
entre una plaza de mercado y una iglesia,
pensé con deleite que mis restos se hallaban
junto a las carnes desolladas, las tripas revueltas,
las cabezas sin cuerpo de cerdos y terneros,
y que si estuvieras ahí los ignorarías
bajo el humo de las estufas y del frío.

Comprendí que mi pecado
no fue perderme en ti por unos meses,
sino impedirles a tus manos adoradas mi total devastación.

Contigo me esperaban
la locura y la muerte.
Tristemente, quedé a solas
con la vida y la cordura.

viernes, 30 de julio de 2021

Cumbre

Tu voz lejana
en la tierra y el tiempo
me sigue hablando
de tus horas felices
bajo aquella cascada
que había muerto ya
cuando me llevaste
a su roca desangrada.
Ahora todo se confunde:
tu dolor de entonces
y mi recuerdo del instante,
el olvido y las piedras
borradas por la espuma,
tu nombre y la risa del agua
que sigue cayendo, cayendo
de tu memoria a mi pasado.

jueves, 22 de julio de 2021

¿Nada?

De tanto amor a los vivos ya muertos,
de tanto abrazarlos como si fuera posible
esconderlos de la muerte por horas o días o años,
de tanta fe sin premio y de la esperanza amargada,
de tan constante desgracia cuando se espera el consuelo,
no puede quedar solo un sabor en la garganta,
ni el cansancio empozado en los ojos,
ni el ínfimo peso de la urna.

No es cierto
que por cada milagro implorado
recibiremos apenas un grano de polvo.
Quedan también imágenes, voces, risas:
mi padre bajando sonriente unas escaleras
cuando lo llamo en el sueño o el recuerdo;
el viento remedando el andar de mi abuela
en un patio donde ella nunca arrastró sus pantuflas;
las nubes aún saliendo del eterno cigarrillo
que mi primo fumó en ese último día de campo.

De la materia y de la dicha solo queda la memoria,
el pasado presente, la futura nostalgia,
el deseo jamás concedido y, sin embargo,
consumado una y otra vez por la imaginación todopoderosa.  
Después de la muerte que tú y yo somos el uno para el otro
quedó también un mundo habitado y desolado al mismo tiempo
por tus bosques ardiendo y tus criaturas en llamas.
Tampoco es cierto que nada haya quedado entre los dos.
Para probarlo tengo los violines de una canción olvidada,
la cuerda de mi sangre enredada en mi garganta y atada a tus pasos,
la mirada a veces fija en esa puerta insoportablemente blanca
tras la cual me esperaste un mediodía de marzo,
aunque ni mis ojos ni nadie la abrirán,
porque ya no vives en el mismo lugar
y mientras yo esté vivo no te visitaré en otra casa distinta a esa.

De los muertos y de los ausentes,
de mi nada en la tuya y de tu vacío en el mío,
queda la belleza de la vida,
su hermosura ayer fugaz y hoy perpetua.

miércoles, 21 de julio de 2021

Aparición de los ángeles


No los esperes arrodillado
ni te burles de su existencia.
Viven ocultos entre la luz de los días
en los que nada ocurre, salvo tu vida misma.
Cuando todo es penumbra en tu casa,
su mirada te busca desde un armario
cuyo desorden o aroma penosamente humano te avergüenza.
Tampoco pueden verte. Solo saben de tu dolor o tu sueño
por tus sollozos o ronquidos.
No vienen a interrumpir tu soledad con un placer
ni a devolverte alguna fe inútil en las palabras o los números.
También se acercan a tu lecho o se sientan a tu mesa
porque tú puedes ser la orilla donde se colme o se apague su deseo.
Si los encuentras y te encuentran al mismo tiempo
en una calle, un puerto o el fondo de una taberna,
será como si tu propia imagen surgiera del cristal
para otorgarte una fugaz ventura o la total destrucción.
En cuanto abran sus alas y te abracen
hallarás bajo sus plumas el amor y la espada
que siempre has llevado en las manos. 

domingo, 4 de julio de 2021

El mar

Una ola te sumerge en la muerte
y otra te devuelve a la infancia; 

una ola te pierde como grano de arena
y otra revienta contra la piedra de tu carne;

una ola te llena la boca de salado terror
y otra te mece entre el vacío y el cielo;

una ola te ciega, te aturde, te sofoca,
y otra resume tu vida en un instante de dicha; 

el mundo acabará cuando todo sea mar,
y otro empezará cuando solo queden las olas.

domingo, 13 de junio de 2021

Ilusión

Crujen las hojas secas.
Vuelvo la mirada: nadie.
Tampoco ha sido el viento.
Me persigue una futura soledad. 

miércoles, 9 de junio de 2021

Pesadilla bíblica

Soñé que me convertía en un hombre muy religioso, una especie de predicador demente. Sermoneaba a familiares y amigos diciéndoles que yo seguía creyendo en Dios aunque el diablo me había robado el alma. A todos los abrumaba y entristecía mi locura, salvo a mi padre, que me oía sin alterarse y sin lástima.

De repente quedé solo frente al mar. Levanté los brazos al cielo y empecé a gritar al horizonte que mi cuerpo desalmado estaba lleno de fe en Dios y desprecio por el pecado. También clamé a los vientos que el demonio era tan débil como la carne, y que mi devoción y mi virtud eran más fuertes. La marea se agitó pavorosamente. Olas gigantes nublaron el sol y rodearon la playa desde la cual yo imprecaba a Satanás.

Con el espíritu aplastado por la sombra del maremoto, llevé las manos al rostro y me agaché, pero no sentí caer una gota de agua. No recuerdo cuánto tardé en descubrirme los ojos. Cuando lo hice, solo vi arena por todas partes. O el mar desapareció o yo aparecí en un desierto. 

Desperté angustiado por la suerte de aquel hombre y también por la mía. ¿Se había salvado de morir ahogado o estaba condenado a morir de sed? ¿Cómo podía yo tener la misma fe en mi cordura después de semejante pesadilla?

viernes, 4 de junio de 2021

El pasado, ese sueño...

Parece imposible dejar de creer que el paraíso o el nirvana están en el futuro. Esa fe en glorias, amores y plenitudes venideras cede un poco ante las dichas del presente, los monólogos del sentido común, las palabras del amigo o del terapeuta y los discursos metafísicos. Sin embargo, vuelve con la tenacidad de la ola cuyo silencio es el preludio de una embestida clamorosa. He vivido esperando que la vida empiece mañana, la otra semana, el mes entrante o el próximo año. Mientras tanto, el presente sigue corriendo a mi espalda. Cuando vuelvo la mirada, ya no puedo reconocerlo. Una luz imposible, intensa y difusa al mismo tiempo, desciende de las montañas que solía ver desde las ventanas y baña hasta los rincones más pesarosos de mi ciudad. Viéndola brillar así, me pregunto por qué no me bastaron sus calles, sus árboles y sus rostros para haber sido mucho más feliz de lo que fui. La misma luz, magnificada al traspasar una vieja cortina ocre que avergonzaba a mi madre, entra a la sala donde mi padre lee el periódico o dormita frente al televisor, y su existencia en el recuerdo se me presenta como un milagro. Ahí está, ahí estuvo el paraíso. Hemos vivido entre ángeles, entre fantasmas vestidos con la humildad de esa cortina resplandeciente y danzante de la misma forma en que resplandecían y danzaban los arbustos del Edén. El futuro también será un sueño entre los sueños del pasado. De nada sirve tratar de retener el presente con el pensamiento. Quien piensa en el instante fugitivo no hace más que soñarse despierto.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Persistencia de la esperanza

¡Cuánto nos avergüenzan aquellas ilusiones que siguen vivas en los desiertos interiores donde las arrojamos para matarlas de sed! Pasan los años. Cambiamos de barrio, de ciudad o de país. Cada vez parecemos más acostumbrados al desamor y al olvido. Pero los anhelos y deseos de otros tiempos vuelven como una fiebre repentina, como un síntoma que tarde o temprano se manifiesta para recordarnos nuestra mortalidad. Nuevamente nos hallamos esperando el beso de quienes buscarán en vano nuestro nombre si pueden distinguirnos entre los rostros de la calle. Otra vez nos sorprendemos aguardando la caricia de una mano más presta a la bofetada o a la limosna que al saludo. La esperanza no atiende a las palabras del desprecio ni a las razones del orgullo. No le importan los adioses, la vejez ni la dignidad. El silencio la hiere, mas nunca la mata. Cegados por la cordura, prendemos fuego a su árbol y vemos cómo las llamas tocan el cielo. La zarza arde, arde, arde sobre la arena, nos abrasa y nos mantiene vivos. Será ceniza cuando nuestro cuerpo también lo sea.

jueves, 20 de mayo de 2021

Noche de perros

La falta de sueño nos mata por unas horas. Mientras estamos muertos de cansancio, reencarnamos en esos perros que pasan frío y hambre en algún rincón de esa eternidad tan ciega como el universo, aunque no tan larga, llamada "insomnio". No exagera quien dice: "He pasado una noche de perros". Quizás un día, que ojalá tarde mucho en llegar, el alba nos encuentre dormidos definitivamente, con el pelaje cubierto de rocío. 

Los pasos del insomnio

Mi cuerpo se levanta
y su lamento es el lamento
de la cama fatigada 
por el peso del cansancio. 
El extraño que soy quiere 
hallar el sueño caminando, 
dormir de pie, reparar ahora  
la mente cuyas ratas o goteras 
destrozan la casa detrás de las paredes, 
cuyas aguas golpean las tuberías
sin consideración por mi cráneo, 
cuya máquina inútil ronronea 
con la obstinación del animal 
que ni muere ni puede respirar. 
Crujen las escaleras
como si yo fuera un ladrón del sueño 
y quisieran entregarme a la ira
de quienes no saben cuándo despertarán.
Crujen también mis rodillas
sorprendidas por el fardo miserable
de la noche alojada en mis hombros.
No confío en estas piernas, 
aunque tanto sienta su dolor.
Tampoco me importa si se rompen.
Ese otro cansado que soy y no soy
anda de pie, pero vive arrastrándose.

viernes, 14 de mayo de 2021

Jazz

Quizás la mayor fascinación que producen esos estilos musicales difusamente agrupados con la palabra «jazz» es la poderosa individualidad de sus intérpretes. El poder de esta individualidad desborda lo técnico y entra como un torrente en el ámbito de lo mágico. Uno puede ser un total ignorante en materia de armonía, pero identificar de inmediato a un saxofonista, un trompetista, un pianista o una cantante, así no haya escuchado antes tal o cual grabación. Cuando un aficionado prende la radio y sintoniza una emisora de jazz, una sola nota o un par de acordes le bastan para distinguir sin dudar a Stan Getz o Sonny Rollins, a Miles Davis o Dizzy Gillespie, a Bill Evans o Erroll Garner, a Sarah Vaughan o June Christy, a Wes Montgomery o Jim Hall. Algunos dirán que solo se trata de un fenómeno acústico o cerebral. ¿Pero por qué ni el más ferviente imitador ni el más riguroso académico puede sonar exactamente como Django Reinhardt, Lester Young, Charlie Parker, Billie Holiday, Lester Young, Frank Sinatra, Nina Simone o Astrud Gilberto? ¿Por qué el genio y el emulador se manifiestan o se delatan al cabo de unos segundos? Sí, están los licks y las maneras de frasear características. Mas no todo es una combinación de detalles. Hay un misterio esencial en el desarrollo de una sonoridad propia. Es el enigma por el cual Coleman Hawkins suena como Coleman Hawkins y Lester Young, como Lester Young. 

La búsqueda de una voz, esto es, de un estilo característico, es el santo grial de las artes. Todos los pecados contra el lector o el espectador parecen lícitos en esa cacería de la grandeza: el barroquismo, la aridez, incluso la vulgaridad escatológica (Miller, Bukowski). Sin embargo, ni los más osados llegan a diferenciarse de sus maestros o de sus modelos, salvo en unos casos tan excepcionales como vilipendiados. Por ejemplo, los adictos a las monografías reniegan de los excesos de Vargas Vila, autor que, al fin de cuentas, se reconoce instantáneamente por la división bíblica de sus párrafos y su abuso del adjetivo y el punto y coma. Es cierto que su descripción hipermodernista de paisajes puede causar migraña; también es verdad que al maestro del insulto no se le puede copiar: su talento para la desmesura lo aleja tanto de la imitación como de la parodia. Su originalidad hace que toda comparación con escritores de su época o de otras, y todo debate sobre el mérito literario de sus novelas, ensayos y panfletos parezca pervertido por la envidia. 

En el jazz esta distinción del individuo, del artista, no depende de una operación intelectual, sino que es algo directamente emocional, automático. Los puristas pueden machacar a ciertas figuras por su enorme popularidad y su carácter un tanto folclórico —Chet Baker, digamos—. Pero quienes estudian para tocar ante el público, por amor a la música, o quienes siguen oyendo con los oídos y no con los ojos comprenden que al identificar a un solista de jazz han participado en un acto de magia: un solo ser humano entre los innumerables que han habitado la tierra habla a través de un instrumento como si contara un secreto, un íntimo sentir, una triste noticia o uno de esos pequeños triunfos que son en realidad el sustento de nuestra vida —un amor correspondido, una reconciliación, el origen de una pasión—. No importa que el músico haya muerto hace décadas, que se haya retirado de los escenarios y los estudios de grabación, que habite un país o una ciudad lejana ni que se comunique entre los suyos en una lengua ajena. Sigue vivo, está muy cerca del oyente, cantando con su propia voz o a través de un instrumento en un idioma universal, en ese presente de la música que dura tres o trece minutos tan largos como una existencia entera. 

El mejor jazz es un triunfo del individuo contra la mortalidad, la victoria de la sensualidad sobre lo efímero de la carne. Dicen los creyentes que la eternidad solo abre sus puertas a quienes se abstienen de los placeres. La música es un deleite que hace olvidar la muerte por un instante durante el cual el tiempo se suspende. Las religiones prometen la paz del más allá a los penitentes. En cambio, el sonido de Paul Desmond nos abre las puertas del paraíso a los réprobos.  

Esta divagación se me ocurrió mientras oía la formidable emisora Kjazz 88.1, compañera de atardeceres en las autopistas de California. Comparto algunas piezas para que la torpeza de mis palabras se diluya en la música: 

 
 

 




martes, 11 de mayo de 2021

Paisaje del alma

La memoria siempre está viajando.
Vemos el presente por una ventana
tras la cual aparecen y se esfuman
el violento verdor de una montaña 
que no recuerdan tus compañeros;
un pueblo como una isla de ladrillo
en medio de un océano de neblina;
una ciudad vagamente perfumada
por el humo de su plaza de mercado;
el páramo donde los frailejones
siguen creciendo con la paciencia
del que nació muy viejo y morirá
aún más viejo al cabo de un siglo.
El número leído ahora en tu puerta, 
las paredes ignoradas por el tedio
o acariciadas hace un momento,
y la marea de luces contemplada
durante el insomnio de anoche
volverán también a la nostalgia.
El tiempo avanza hacia el pasado,
duda, se detiene, mira y torna    
al futuro recuerdo del presente.

domingo, 9 de mayo de 2021

Perfil de piedra


El mar no tenía nombre 
cuando este rostro hecho
por los dioses o las olas 
lo vio por primera vez.

Su gesto —si es un gesto—
no es de calma ni de asombro.
Tan vasto como el agua 
es su pensamiento sin palabras.

Playa de roca


1

Este no es camino para los hombres.
Aquí solo el dragón de agua puede
surgir de sus olas y a sí mismo volver.

2

Quise llevarme una piedra a casa.
Al tomarla, sentí el peso de la tristeza:
estaba rompiendo una callada hermandad.


sábado, 24 de abril de 2021

Bendición de la quimera

Hay algo divino en tus caídas.
Tanto como el fracaso y la vergüenza,
te pertenecen el sueño y el afán
con que sigues trepando los mismos árboles,
las mismas casas, las mismas tapias de la infancia,
para mirar la cordillera desde las ramas más altas,
desde un tejado tan ardiente como el mediodía,
desde la frontera entre tu vida y otras vidas.
Ahora puedes andar a solas por los barrios y las ciudades.
Ya sabes que más allá de las cimas azules no termina el mundo,
sino que empiezan otros pueblos más pequeños y aburridos que el tuyo.
Pero eres aún la criatura secretamente dispuesta a romperse los huesos
con tal de asomarte a esa ventana sin marcos
desde la cual el ancho mundo te ofrece todo lo que ansías.
Ahí, a unos cuantos metros de ti mismo,
abandonas a ese extraño aferrado a su tedio,
te conviertes en ráfaga, en transparencia,
y eres de nuevo el que nunca pudiste ser,
el que jamás dobló su cuello y tiró los ojos al piso,
aquel cuyos labios dijeron las palabras precisas
o encontraron en otros el río que sedientos buscaban.
Vives para el momento real o soñado
en que tu cuerpo salta sus propios límites,
en que arroja tu peso al otro lado de la cerca,
en que eres brevemente parábola del deseo,
mito ascendente y derrumbado por la ambición de cumplir su destino,
humano castigado por ser humano, dios semejante a su efímera invención.
¿Por qué persigues la plenitud si tantas veces
ya fuiste aire en el aire?
¿Por qué sigues hablando de iluminación?
Mira cómo brillan sobre la tierra las esquirlas de tus derrotas.

martes, 20 de abril de 2021

Invención del pasado (2)

Le mientes a tu memoria y ella te miente a ti: huiste de la ruina, la locura y la temprana muerte a la que alguien te llevaba con una mano a veces maternal, pero sufres como si tú hubieras sido el abandonado y no el fugitivo; le reprochas tus mentiras a quienes creyeron en las tuyas; abrumado por los remordimientos, vuelves disfrazado de sabio o de santo al momento cuando te negaste un placer por mera cobardía. Tu memoria permite que la llenes de orgullo para cubrir tus vergüenzas y para que algo exista en medio del olvido. A solas y desnudo ante el espejo, verás cuán pequeño y magro te ha hecho el fardo de la experiencia.

lunes, 19 de abril de 2021

Invención del pasado

Ahora mismo tu memoria está inventando algún recuerdo tan borroso como querido. Creíste que siempre te bastaría con cerrar los ojos para volver a ver un rostro amado o un cuerpo adorado, o para besar de nuevo unas manos besadas largamente en un instante casi eterno del ayer. Pero cada día eso que llamas «el pasado» es menos real y se parece más a un sueño. Vuelves a un día o a una noche de otros años y no te reconoces en medio de la luminosa vaguedad en que brillan y se pierden los amores y los muertos. Vives juntando los pedazos de fotografías rotas por tus propias manos o devoradas por el olvido y la culpa, cuyas polillas y ratones también están royendo tu imagen en una mente ajena. Vives forjando lo perdido con puñados de aire. Mientras tanto, quienes te perdieron te están inventando con fragmentos de algo que no eres.

viernes, 9 de abril de 2021

Penumbra

Apagué la luz del baño, confiado de poder caminar a ciegas. Dos o tres pasos después me estrellé con la oscuridad. Mi fantasma traspasó lentamente el muro impalpable, llegó a la cama y se acostó. Yo pasé toda la noche en el otro lado, sepultado por mis latidos. De alguna forma nos encontramos en el mismo cuerpo tras unas horas de sueño.

Homelessness

Alguien duerme a la entrada de un banco. Los dioses no ahorran pesadillas.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Náufragos

Oigo en una canción de amor: "Descúbreme. Soy una isla solitaria". Otro poeta escribió en unos versos citados a más no poder que nadie es una isla solitaria. ¿Quién tiene la razón? No somos islas. Somos náufragos. ¿Quién no se ha sentido perdido en lo más profundo de una culpa indecible o de una nostalgia que no se puede definir, y mucho menos contar? Nadamos hasta morir de cansancio en la marea de las pasiones o caminamos sedientos bajo la espesura del pensamiento. Nuestro cadáver solo dará a los demás una vaga pista del misterio que fuimos.

domingo, 21 de marzo de 2021

Soledad

No cantes ni aspires a la falsa soledad del profeta que tienta a la muerte en el monte o el desierto persiguiendo las voces de su locura. Si te pierdes entre las fieras o los pliegues de la arena, que sea porque te llama un pájaro con su silbo o su plumaje, una flor o un fruto con su brillo, unos ojos en la umbría o un espejismo del poder o el deseo. 

Tampoco te esfuerces por alejarte de los otros ni por acercarte a ellos. Es inútil buscar la soledad y también huir de ella. No estás solo aunque te acompañe una multitud: tú mismo eres la soledad, ese amor que nunca llenan ni otro amor, ni el odio, ni el desprecio.

Al deseo

Enfrías la noche con tu soplo de vacío
y eres mi abrigo cuando me desvela
un placer perdido o una esperanza.
Me condenas a tu fiebre
y cuando más estoy ardiendo
siento tu mano en la espalda
como el peso imposible de unas alas.
A las alturas me arrojas aun sabiendo
que tú mismo has encadenado mi cuerpo
a otro cuerpo lejano o a la roca del ansia.
Por tu obra y gracia,
vivo entre la ilusión y el tormento,
confundiendo la dicha y el vértigo,
y la verdad con el dolor de haber caído
sin que nadie más me haya visto volar.
Solo en el reflejo de tus ojos invisibles
he sido un amante devuelto a la tierra. 

sábado, 20 de marzo de 2021

Otra vez el ego

El yo contiene los vicios y las flaquezas, pero también los talentos y las virtudes. Una de las más grandes manifestaciones de ese odio a sí mismo inherente a varias religiones es el afán de renunciar al yo. Esta locura mística hace pensar en una fábula en la que el caracol y la tortuga renegaran de su concha y de su caparazón. Ciertos «iluminados», entonces, vienen a ser criaturas dedicadas a despreciar el armazón que las contiene. La lucha contra el yo también recuerda la demencia destructiva de quienes prenden llamas a su propia casa porque donde otros ven paredes sucias y alfombras polvorientas ellos alucinan con ejércitos de cucarachas y ratas

El yo no es un palacio ni un fuerte, sino más bien un muelle o un punto de referencia. Es la partitura a la espera de un intérprete y un lienzo inacabado al que, además, le falta el ojo del otro sin el cual la experiencia artística resulta incompleta. Nunca nos encontramos en el yo, pero fuera de él no podemos buscar el sentido de la existencia. Los profetas quieren derribar los muros de la identidad para inundar la soledad con un sentimiento de hermandad cósmica. Ignoran que el universo es una gran soledad. Aunque forme una bandada, el pájaro sigue volando en la soledad del cielo.

El yo es, de hecho, una soledad: la concavidad donde pueden verterse el amor, el deseo, la imaginación y el conocimiento. Sin el yo, somos un vaso lleno de sí mismo; esto es, un sólido. O una estatua de piedra, como esas ante las cuales meditan algunos «iluminados».

martes, 16 de marzo de 2021

Certificado de defunción

Tres días oyendo el ruido de las máquinas que mantenían vivo su cadáver;
tres días viendo subir y caer las líneas y los números verdes, sin entender aquel tenebroso juego de azar;
tres días durmiendo unos minutos y despertando por horas en una habitación con el aroma y el palor de una primera tumba;
tres días dejando pasar a los doctores y las enfermeras cuyas medicinas de todos los colores alentaban su agonía;
tres días enredándonos el vendaje de la esperanza y recibiendo la verdad en la misma herida;
tres días preparándonos inútilmente para leer en una pantalla los últimos dos o tres latidos de su corazón moribundo;
tres días ignorando cuán desencajada y rígida tendría la mandíbula al llegar a la morgue del hospital, como si lo hubiéramos encontrado en un desierto después de muchos años;
tres días muriendo en vida y viviendo la muerte no eran suficientes;
fue necesaria la firma de un testigo para que los otros pudieran encontrar al difunto perdido en los pasillos de nuestra soledad.

lunes, 15 de marzo de 2021

Ícaro

Encadenado al lamento
de siempre tener poco,
me pregunto de qué sirve
fracasar tan elevadamente.
Yo también hubiese caído,
pero no desde la misma altura
y tampoco ardiendo de ambición.
Me estrellaría con un árbol
o me sorprendería entre las olas,
encantado por el ritmo de mis alas.

domingo, 14 de marzo de 2021

No soliciting

Like you, the owners of the store believe that some people should not desire certain things. I'm not looking at the clothes through the glass, but at myself as if I were being reflected in your mind.

El monje

Enamorado de la pureza, trepó hasta lo más alto de su fe y desde allí saltó al punto donde las pasiones formaban voraces remolinos. La meditación le había hecho creer que su espíritu contendría el torrente. Las aguas lo hicieron pedazos. En ningún momento pudo aferrarse al silencio.  

viernes, 12 de marzo de 2021

El extranjero

Tampoco entiendo
lo que dice la fuente
en el patio del vecino.

Fe de vida

Quiero alejarme tanto 
del pasado y la patria, 
que nadie te responda
si estoy vivo o muerto
cuando ya no puedas 
guardarte la pregunta.
Polvo inanimado seré,
pero también materia
de duda y de fantasía.

jueves, 11 de marzo de 2021

Bagatela invernal


Ha caído el cielo, 
antigua ruina del día
que aún no termina.

El silencio en Babel

En este imperio donde llueven a cántaros los idiomas del mundo,
ninguno tan inútil como el que me has dado
para invocar tu nombre y dejarme hablando solo.
No se movieron tus ojos ni tus labios de piedra
cuando lancé mi plegaria a tus alturas.
Entre más me revolcaba al pie de tu altar
como un gusano entre gusanos
más helada era tu sombra gigantesca.
Tuve hambre y escuché en tu risa
un tintineo de cubiertos y vajillas.
Tuve sed y respondiste
al murmullo de mi garganta
con un relámpago tan lejano
que ya no pude temerte ni esperarte.

Basta ya de andar por las calles y los patios,
por los muelles y los montes para caer de rodillas
ante Dionisio y Orfeo, ante las musas y las bacantes,
ante Diana y su séquito, ante Afrodita y Artemisa,
ante las nereidas, las oréades y las náyades.
No hay labios de mármol ni aire que guarden
el secreto o la medida del placer y del canto.
Solo estoy en este valle lamido y azotado por todas las lenguas,
oyendo su granizo romper las ventanas
y viendo un torrente de lodo llevarse mi fe.
Nunca me llamaste entre la multitud confundida
porque tu destino era callar como siempre han callado los dioses.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Idolatría

Calladamente imploro tu luz y tu calor,
pero mis manos solo tocan el frío del aire
y de la tierra en que tropiezo día y noche.
Callada, ni siquiera te preguntas por qué
no me bastan las llamas de mi propio infierno.

martes, 9 de marzo de 2021

Esperanza

Hambriento de tu palabra
y sediento de tu voz lejana, 
sigo labrando con las uñas
esta tierra donde nunca 
he visto volar tu sombra. 

jueves, 4 de marzo de 2021

Edén

El paraíso es todo lo que se ha perdido: la infancia, la juventud, la salud, una ventana hacia las montañas o el mar, una casa donde los muertos siguen leyendo el periódico o riéndose del mismo chiste, un patio sobre el cual se detuvo para siempre un arrebol, un amor recordado con doloroso cariño a pesar de haberse hundido en la lava del odio o el fango de la vergüenza como un ídolo primitivo, una época no vivida tan intensamente por andar buscando esa otra tierra prometida: el futuro. 

La expulsión del paraíso es lo que separa al humano de las fieras. Los otros animales viven y mueren ignorando sus dones. El pájaro canta porque es pájaro, no porque celebre la dicha de volar. Ser humano es tener conciencia del deterioro propio y ajeno. De ahí el carácter paradisiaco de la niñez: cuando estamos pequeños creemos que los abuelos nacieron viejos y los padres, adultos. Empezamos a comprender lo que significa ser niños al observar los poderes y los sacrificios de los mayores. Ellos pueden callarnos y castigarnos, pero deben estudiar y trabajar aunque estén muy cansados y aburridos, hablan siempre escondidos detrás de sus modales y no tienen permitido dormir ni jugar cuanto quisieran. Entendemos que crecer es ir ganando fuerza y perdiendo libertad. Después comenzamos a temer la decadencia del cuerpo antes de padecerla y añoramos la juventud aun sin haberla perdido. 

El paraíso existe desde que Adán y Eva fueron expulsados de él. 

miércoles, 3 de marzo de 2021

Contradicción

Nos separa una contradicción tan ancha como el océano. Tú piensas que solo eres dueña de tu silencio, de algunos apuntes personales y de las palabras impresas bajo tu nombre en libros, revistas y periódicos. Yo, en cambio, paseo de noche por la explanada creyendo que te pertenece el estampido de las olas y la quietud de la arena, el resplandor de los faroles y las siluetas ambulantes, las amistades reunidas en la sala de un apartamento con vista al mar o sentadas en una banca frente a la playa, y también mi soledad. 

Tejes tu nido en la duda y la prudencia. Yo camino entre las mansiones y los edificios oyendo volar tu voz y tu risa de un balcón a otro. Estás convencida de ocupar un solo lugar: un rincón de tu cuarto o la esquina de una mesa. Pero he visto multiplicarse tu imagen a través de las ventanas. Eres la joven de pelo rojizo que sigue una conversación con el mentón hundido en la rodilla y la mirada fija en el piso; la rubia cuyos ojos brillan como los de un mapache cuando mira hacia la calle; la morena que fuma dentro de su carro y la sombra dedicada a borrar estrellas con el humo de su boca desde lo alto del dique. 

Tú callas mucho porque puedes decir lo necesario. Yo hablo y hablo para que mis propias palabras me interrumpan. Si quieres enterarte de mi vida, salúdame y te la contaré. Yo volveré de nuevo a la explanada y le preguntaré por ti a la nocturna vastedad. Sabré de ti lo mismo que sé de la noche.

   

domingo, 28 de febrero de 2021

Universo


Un planeta náufrago encuentro a mis pies. Más allá hay otros mundos, lunas, caracoles, pliegues, huellas, algas, bandadas de gaviotas y otras aves cuyos nombres ignoro; las olas, las olas... las olas. Un pensamiento por cada ola. 

Todo lo pequeño me parece innumerable y todo lo cercano, un enigma. El presente guarda tantos misterios como el futuro. Aquí y ahora sucede el infinito. Aquí y ahora el universo calla.

El otro cielo


Sobre la playa
un firmamento de conchas:
el mar es otro cielo. 

sábado, 27 de febrero de 2021

El mesero

Hace unas pocas horas estuve en un restaurante japonés. Nos atendió un mesero de la misma nacionalidad que tropezaba con las palabras del inglés para hacerse entender. Su marcado acento le obligaba a repetir varias veces el nombre de los platillos. Ocultaba su frustración detrás de una cortesía tan nerviosa como sus movimientos entre las dos únicas mesas que el restaurante podía ofrecer a sus clientes en un pequeño patio. Por orden de la Gobernación de California, solo se puede comer al aire libre y los grupos de comensales deben estar separados al menos por seis pies de distancia.

El mesero llevaba una máscara quirúrgica y un visor de protección como el que usan los odontólogos. Esas precauciones de la pandemia complicaban aún más sus esfuerzos por hacerse entender. Trataba de alzar la voz lo suficiente para ser oído y casi siempre lo lograba al tercer intento. Era un hombre de unos sesenta años. Su pelo ya más plateado que oscuro se había quedado en una moda de finales de los años setenta o principios de los ochenta, pues he visto cortes similares en películas y carátulas de álbumes musicales grabados en Japón por esa época. Caminaba con una inclinación que lo hacía parecer más viejo y frenaba un poco su nerviosismo. 

Había algo venerable en aquel hombre. Dudo que fuera un principiante en su oficio. ¿Era el dueño del restaurante luchando por mantener a flote su negocio durante la crisis del covid-19? ¿Era un inmigrante que cargaba sobre sus espaldas el recuerdo de un pasado ilustre y ahora debía ganarse la vida atendiendo a gente a menudo malhumorada e impaciente por el hambre? Solo sé que vi en aquel mesero un espejo de mi propia torpeza y fragilidad. ¿Cuántas veces no he andado por la vida como si pisara cáscaras de huevo, implorando la correspondencia o al menos la aprobación de un amor imposible? El temor a equivocarme en un nuevo trabajo también me ha hecho tormentosamente precavido y al fin de cuentas he caído de bruces en el error.

El aturdimiento es uno de los estados más humanos. Admiramos a Sherlock Holmes como se admira un arquetipo, pero el inspector Clouseau de Peter Sellers representa nuestra verdadera naturaleza. 

La comida fue exquisita y la labor del mesero, impecable. Nos sugirió un refresco japonés delicioso. Cuando le preguntamos por los ingredientes de la bebida, nos pidió que los leyéramos en la lata, donde estaban escritos en inglés, y se retiró disculpándose. Muchas veces he sido este hombre ante los ojos de los demás: un extraño entre mis amigos y una sombra entre los extraños. 

Mientras observaba al mesero recordaba los últimos versos de aquella Sonata de Mutis: 

«como un camarero al que gritan en el desorden matinal de los hoteles,
órdenes, insultos y vagas promesas, en todas las lenguas de la tierra».

Así voy por el mundo, disimulando con las palabras mi enorme desconcierto.

viernes, 26 de febrero de 2021

Carros de «marketa»

Me contaron que en una de las tantas y cruentas discusiones entre una pareja mexicana, la esposa le dijo a quien tiempo después se convertiría en su exesposo: «¡Te quiero ver puchando un carro de marketa en la calle!». El lector de cualquier otra nacionalidad oirá esa amenaza  como si se tratara de un chiste por el uso enfático del espanglish. Los angloparlantes me disculparán la obviedad, pero es necesario aclararles a algunos amigos indiferentes al inglés el significado de las palabras «puchar» y «marketa». La primera es una adaptación coloquial del verbo push, «empujar» en el idioma de Shakespeare, y el sustantivo «marketa» es una españolización de market, «mercado» o «tienda de abarrotes». 

«Puchar un carro de marketa» es, pues, empujar un carro de compras.

Aquí en California el precio de compra y alquiler de casas, apartamentos e incluso cuartos de huéspedes es tan alto que se estima que más de 150.000 personas viven en las calles del estado, 5.000 de ellas en Los Ángeles. Perder el empleo, padecer una enfermedad crónica sin estar cubierto por un seguro médico bastante costoso, caer en el abismo de una adicción o no poder ejercer de manera prolongada una labor por problemas de salud mental, y no contar con la generosidad de familiares o amigos, basta para quedar durmiendo en las aceras o bajo los puentes de las autopistas, dentro de carpas de plástico, chozas de cartón o camionetas destartaladas. 

Los homeless o hobos, como se le llama a la gente sin hogar, suelen guardar y mover su ropa, cobijas y otras provisiones en carros de mercado que encuentran abandonados en las andenes o muy apartados en los parqueaderos de los supermercados. 

La señora mexicana quería ver a su entonces marido hundido en la miseria.

Durante mis paseos a pie o en bicicleta por el Valle de San Fernando veo con ominosa frecuencia estos carros, a veces tirados en una esquina o amontonados a lo largo de una cuadra. Hace unas semanas me topé con uno en el que habían dejado una bolsa de papas fritas. Un cuervo inmenso las devoraba a placer. Su lustroso plumaje llenaba el interior como un tesoro y un agüero, no sé de qué. Casi a diario paso por una avenida poblada por personas sin techo. De noche, a unos metros del vecindario de carpas, aparecen en hileras carros atestados de chaquetas pantalones, zapatos, mantas, bolsas plásticas y utensilios desechables. 

Antes de irme de Colombia sentía una gran felicidad cuando montaba a mi hijo en uno de estos carros mientras hacía las compras en un supermercado. Hoy los miro y el temor me llena la espalda de hormigas. 

Al pie de las cajas registradoras o en las páginas de ventas por internet, los carros de compras son el símbolo de la abundancia. Lejos de las «marketas» se transforman en una señal de ruina. ¡Cuánto nos parecemos a este objeto! Debemos toda nuestra utilidad y significado a las circunstancias. El «yo» es solo un refugio semántico, el dibujo de un carrito en el extremo de una pantalla. Llevamos mercancía o andrajos por pura casualidad. La suerte nos empuja y ni siquiera ella sabe en qué lugar terminaremos volcados.