Tres días oyendo el ruido de las máquinas que mantenían vivo su cadáver;
tres días viendo subir y caer las líneas y los números verdes, sin entender aquel tenebroso juego de azar;
tres días durmiendo unos minutos y despertando por horas en una habitación con el aroma y el palor de una primera tumba;
tres días dejando pasar a los doctores y las enfermeras cuyas medicinas de todos los colores alentaban su agonía;
tres días enredándonos el vendaje de la esperanza y recibiendo la verdad en la misma herida;
tres días preparándonos inútilmente para leer en una pantalla los últimos dos o tres latidos de su corazón moribundo;
tres días ignorando cuán desencajada y rígida tendría la mandíbula al llegar a la morgue del hospital, como si lo hubiéramos encontrado en un desierto después de muchos años;
tres días muriendo en vida y viviendo la muerte no eran suficientes;
fue necesaria la firma de un testigo para que los otros pudieran encontrar al difunto perdido en los pasillos de nuestra soledad.
martes, 16 de marzo de 2021
Certificado de defunción
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