martes, 16 de marzo de 2021

Certificado de defunción

Tres días oyendo el ruido de las máquinas que mantenían vivo su cadáver;
tres días viendo subir y caer las líneas y los números verdes, sin entender aquel tenebroso juego de azar;
tres días durmiendo unos minutos y despertando por horas en una habitación con el aroma y el palor de una primera tumba;
tres días dejando pasar a los doctores y las enfermeras cuyas medicinas de todos los colores alentaban su agonía;
tres días enredándonos el vendaje de la esperanza y recibiendo la verdad en la misma herida;
tres días preparándonos inútilmente para leer en una pantalla los últimos dos o tres latidos de su corazón moribundo;
tres días ignorando cuán desencajada y rígida tendría la mandíbula al llegar a la morgue del hospital, como si lo hubiéramos encontrado en un desierto después de muchos años;
tres días muriendo en vida y viviendo la muerte no eran suficientes;
fue necesaria la firma de un testigo para que los otros pudieran encontrar al difunto perdido en los pasillos de nuestra soledad.

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