Encadenado al lamento
de siempre tener poco,
me pregunto de qué sirve
fracasar tan elevadamente.
Yo también hubiese caído,
pero no desde la misma altura
y tampoco ardiendo de ambición.
Me estrellaría con un árbol
o me sorprendería entre las olas,
encantado por el ritmo de mis alas.
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