sábado, 24 de abril de 2021

Bendición de la quimera

Hay algo divino en tus caídas.
Tanto como el fracaso y la vergüenza,
te pertenecen el sueño y el afán
con que sigues trepando los mismos árboles,
las mismas casas, las mismas tapias de la infancia,
para mirar la cordillera desde las ramas más altas,
desde un tejado tan ardiente como el mediodía,
desde la frontera entre tu vida y otras vidas.
Ahora puedes andar a solas por los barrios y las ciudades.
Ya sabes que más allá de las cimas azules no termina el mundo,
sino que empiezan otros pueblos más pequeños y aburridos que el tuyo.
Pero eres aún la criatura secretamente dispuesta a romperse los huesos
con tal de asomarte a esa ventana sin marcos
desde la cual el ancho mundo te ofrece todo lo que ansías.
Ahí, a unos cuantos metros de ti mismo,
abandonas a ese extraño aferrado a su tedio,
te conviertes en ráfaga, en transparencia,
y eres de nuevo el que nunca pudiste ser,
el que jamás dobló su cuello y tiró los ojos al piso,
aquel cuyos labios dijeron las palabras precisas
o encontraron en otros el río que sedientos buscaban.
Vives para el momento real o soñado
en que tu cuerpo salta sus propios límites,
en que arroja tu peso al otro lado de la cerca,
en que eres brevemente parábola del deseo,
mito ascendente y derrumbado por la ambición de cumplir su destino,
humano castigado por ser humano, dios semejante a su efímera invención.
¿Por qué persigues la plenitud si tantas veces
ya fuiste aire en el aire?
¿Por qué sigues hablando de iluminación?
Mira cómo brillan sobre la tierra las esquirlas de tus derrotas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario