viernes, 12 de noviembre de 2021

Madrigal No. 7

Quisiera ser un poeta de las ideas
y vivir con los ojos hacia adentro,
fijos en un laberinto de estanterías
que alcancen las platónicas esferas
y pobladas estén de tomos robustos
como sarcófagos de cuero o terciopelo.  

Otro Borges quisiera ser para discurrir
en cuartetas de marfil y sonetos marmóreos
sobre Heráclito y Zenón y Berkeley y Schopenhauer,
para vislumbrar entre una letra y la otra
destellos de la verdad oculta bajo los alfabetos,
para soñar ulricas que salgan conmigo por la noche
sin importar la penumbra ni la nieve,  
porque la vista y el tacto nos engañan,
porque más oscuro será nuestro comercio
de perífrasis sin notas al pie,  
porque más gélidas son nuestras almas
invulnerables a la humedad y al fuego.

Quisiera no querer lo que realmente quiero.
 
Mi nombre aspira a tu voz
mucho más que a las antologías,
y he visto pasar aún más horas
en la cascada nocturna de tu pelo
que en el río donde se fugan los días,  
y más que el árbol del bien y el mal,
la serpiente, la manzana y el edén, 
me importan tu ritmo de palmera al caminar, 
tu movimiento de culebra en el agua
y la cereza negra o la ciruela de tu boca.

De verdad, no pretendo cantar sobre un infierno 
de círculos concéntricos en tercetos inmortales,
sino arder entre llamas con la forma de tus brazos 
y consumirme hasta quedar reducido 
a solitario instante de placer,
al remordimiento, al olvido,
a poco más o mucho menos de la nada 
que ahora soy y seré siempre para ti. 

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