Quisiera ser un poeta de las ideas
y vivir con los ojos hacia adentro,
fijos en un laberinto de estanterías
que alcancen las platónicas esferas
y pobladas estén de tomos robustos
como sarcófagos de cuero o terciopelo.
Otro Borges quisiera ser para discurrir
en cuartetas de marfil y sonetos marmóreos
sobre Heráclito y Zenón y Berkeley y Schopenhauer,
para vislumbrar entre una letra y la otra
destellos de la verdad oculta bajo los alfabetos,
para soñar ulricas que salgan conmigo por la noche
sin importar la penumbra ni la nieve,
porque la vista y el tacto nos engañan,
porque más oscuro será nuestro comercio
de perífrasis sin notas al pie,
porque más gélidas son nuestras almas
invulnerables a la humedad y al fuego.
Quisiera no querer lo que realmente quiero.
Mi nombre aspira a tu voz
mucho más que a las antologías,
y he visto pasar aún más horas
en la cascada nocturna de tu pelo
que en el río donde se fugan los días,
y más que el árbol del bien y el mal,
la serpiente, la manzana y el edén,
me importan tu ritmo de palmera al caminar,
tu movimiento de culebra en el agua
y la cereza negra o la ciruela de tu boca.
mucho más que a las antologías,
y he visto pasar aún más horas
en la cascada nocturna de tu pelo
que en el río donde se fugan los días,
y más que el árbol del bien y el mal,
la serpiente, la manzana y el edén,
me importan tu ritmo de palmera al caminar,
tu movimiento de culebra en el agua
y la cereza negra o la ciruela de tu boca.
De verdad, no pretendo cantar sobre un infierno
de círculos concéntricos en tercetos inmortales,
sino arder entre llamas con la forma de tus brazos
sino arder entre llamas con la forma de tus brazos
y consumirme hasta quedar reducido
a solitario instante de placer,
al remordimiento, al olvido,
a poco más o mucho menos de la nada
que ahora soy y seré siempre para ti.
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