Para mí, la primavera no es más
que un verano menos caluroso,
multitudes volcadas a la playa
como si el mar desapareciera
entre el otoño y el invierno,
ajeno entusiasmo, risas y humo
desde balcones o terrazas lejanas.
No me importa si hubo alguna primavera
en nuestras vidas, si ya de mi otoño
caen los días o si en tu pelo ocultas
los pasos de la nieve. No somos frutos
en su momento más dulce, no tenemos
la piel de durazno y en otros cuerpos
los sedientos beben el cáliz alegre
del melón o la sandía. Pero yo deseo
nada más que abrazar y besar tu madera,
morder tus raíces y con mis dientes
librarte del pasado y del futuro inevitable.
multitudes volcadas a la playa
como si el mar desapareciera
entre el otoño y el invierno,
ajeno entusiasmo, risas y humo
desde balcones o terrazas lejanas.
No me importa si hubo alguna primavera
en nuestras vidas, si ya de mi otoño
caen los días o si en tu pelo ocultas
los pasos de la nieve. No somos frutos
en su momento más dulce, no tenemos
la piel de durazno y en otros cuerpos
los sedientos beben el cáliz alegre
del melón o la sandía. Pero yo deseo
nada más que abrazar y besar tu madera,
morder tus raíces y con mis dientes
librarte del pasado y del futuro inevitable.
Márcame la frente, los labios y el pecho
con los pliegues que el tiempo ha trazado
donde empieza tu tallo, en tu soñado vientre,
en el canela de tu pecho, en cada una de tus ramas.
Deja correr mi sangre por los surcos de tus años
y rendirte a los pies la juventud que me queda
como una flor silvestre en medio de la umbría.
Recibe mi fuego y arderás de lujuria o de amor,
tal vez de orgullo o quizás de vergüenza,
pero serás por un instante mi Dios,
eterna en el deseo, la esperanza y la tristeza,
y para siempre invulnerable a mi olvido.
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