Enamorado estoy de mi desdicha
porque tiene la forma de tu movimiento,
porque se aleja, regresa y vuelve a irse
con tu vaivén de palmera en la tormenta,
con tu ligereza de pliegue en la arena
cuando el vendaval anda por la playa.
Adoro mi tormento porque imita
el ritmo telúrico de tus caderas,
porque su caminar también derrumba
mi cordura, desfonda mi conciencia
y dirige mis pensamientos a tu espalda;
porque sus nalgas tiemblan como las tuyas
y su temblor divide mi tiempo en cataclismos
que me dejan sepultado bajo el hambre y la fiebre
donde invento el sabor de tu piel y tu calor remoto.
Embelesado estoy en mi amargura
porque sabe herirme y escaparse
con tu prisa de cazadora y de venado,
porque me olvido de mí mismo
viéndola andar como tú caminas
por los mismos rincones, y brevemente
soy otro en el deseo: tu esposo,
tu amante, el que ya vive adentro de ti
y no el que duerme a las afueras de tu cuerpo.
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