La falta de sueño nos mata por unas horas. Mientras estamos muertos de cansancio, reencarnamos en esos perros que pasan frío y hambre en algún rincón de esa eternidad tan ciega como el universo, aunque no tan larga, llamada "insomnio". No exagera quien dice: "He pasado una noche de perros". Quizás un día, que ojalá tarde mucho en llegar, el alba nos encuentre dormidos definitivamente, con el pelaje cubierto de rocío.
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