Mi cuerpo se levanta
y su lamento es el lamento
de la cama fatigada
por el peso del cansancio.
El extraño que soy quiere
hallar el sueño caminando,
dormir de pie, reparar ahora
la mente cuyas ratas o goteras
destrozan la casa detrás de las paredes,
cuyas aguas golpean las tuberías
sin consideración por mi cráneo,
cuya máquina inútil ronronea
con la obstinación del animal
que ni muere ni puede respirar.
Crujen las escaleras
como si yo fuera un ladrón del sueño
y quisieran entregarme a la ira
de quienes no saben cuándo despertarán.
Crujen también mis rodillas
sorprendidas por el fardo miserable
de la noche alojada en mis hombros.
No confío en estas piernas,
aunque tanto sienta su dolor.
Tampoco me importa si se rompen.
Ese otro cansado que soy y no soy
anda de pie, pero vive arrastrándose.
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