viernes, 4 de junio de 2021

El pasado, ese sueño...

Parece imposible dejar de creer que el paraíso o el nirvana están en el futuro. Esa fe en glorias, amores y plenitudes venideras cede un poco ante las dichas del presente, los monólogos del sentido común, las palabras del amigo o del terapeuta y los discursos metafísicos. Sin embargo, vuelve con la tenacidad de la ola cuyo silencio es el preludio de una embestida clamorosa. He vivido esperando que la vida empiece mañana, la otra semana, el mes entrante o el próximo año. Mientras tanto, el presente sigue corriendo a mi espalda. Cuando vuelvo la mirada, ya no puedo reconocerlo. Una luz imposible, intensa y difusa al mismo tiempo, desciende de las montañas que solía ver desde las ventanas y baña hasta los rincones más pesarosos de mi ciudad. Viéndola brillar así, me pregunto por qué no me bastaron sus calles, sus árboles y sus rostros para haber sido mucho más feliz de lo que fui. La misma luz, magnificada al traspasar una vieja cortina ocre que avergonzaba a mi madre, entra a la sala donde mi padre lee el periódico o dormita frente al televisor, y su existencia en el recuerdo se me presenta como un milagro. Ahí está, ahí estuvo el paraíso. Hemos vivido entre ángeles, entre fantasmas vestidos con la humildad de esa cortina resplandeciente y danzante de la misma forma en que resplandecían y danzaban los arbustos del Edén. El futuro también será un sueño entre los sueños del pasado. De nada sirve tratar de retener el presente con el pensamiento. Quien piensa en el instante fugitivo no hace más que soñarse despierto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario