miércoles, 17 de febrero de 2021

Sherlock Holmes, superhéroe

The Woman in Green (1945) no es la mejor ni la peor de las catorce adaptaciones de Sherlock Holmes protagonizadas por Basil Rathbone. Es el tipo de películas que solo vemos los aficionados al detective creado por Arthur Conan Doyle y al más famoso de sus intérpretes cinematográficos para ocuparnos en una noche solitaria y también presumir de fervor y disciplina, aunque a los ojos de los demás tal presunción resulta más infantil que admirable. Hace siete años, en una de las épocas más hurañas de mi huraña vida, me refugié durante dos semanas entre los catorce filmes de la serie. Cierto día le hablé de esta pequeña hazaña —sería mejor llamarla rareza— a Fernando Santacruz, un amigo que no solo ama el cine, sino que está dedicado a él como documentalista. De inmediato me preguntó, desconcertado, por qué lo había hecho. Mi frágil vanidad se derrumbó ante su extrañeza.

Pese al veredicto de coleccionistas y críticos, debo admitir que The Woman in Green es la película que más recuerdo del ciclo. Sin duda alguna The Hound of the Baskervilles, The Adventures of Sherlock Holmes —ambas estrenadas en 1939— y The Scarlet Claw (1944) son las tres mejores. Otras en las que el victoriano residente de Baker Street se enfrenta a los nazis y recibe honores en la Casa Blanca son más mencionadas por estos anacronismos. The Woman in Green no es una vuelta a la época en la que Conan Doyle ubicó a su personaje ni una obra de propaganda contra el fascismo. 

¿Qué la hace, entonces, memorable? Solo un capricho de quien escribe estos párrafos. En el filme, una mujer se vale de su atractivo deslumbrante y su experticia en hipnosis para atrapar a varios aristócratas en una trama de extorsión. Mientras investiga el asesinado de uno de estos caballeros, Holmes descubre la pista que le conducirá a la malvada. En el cara a cara final ella prueba su encanto y sus métodos con el detective, pero él, a diferencia de nosotros los mortales, no es un títere del deseo ni un esclavo de la tentación. Su poder consiste en no tener las debilidades por las cuales perdemos noches de sueño, años de vida, ahorros, trabajos, amores, amistades y la calma de nuestra soledad. 

A mis casi treinta y siete años de edad, el dominio sobre las pasiones me parece tan extraordinario como la facultad de volar entre planetas o edificios. Por eso volví a sentir hace unos días, al ver nuevamente The Woman in Green, la plenitud del niño que mira en la televisión un capítulo de su serie favorita de superhéroes.

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