viernes, 19 de febrero de 2021

Reescribirse

Vivo reescribiéndome. Muchas veces empiezo alguna de estas bagatelas con la certeza de que tengo algo brillante que decir y al cabo de unas pocas frases me hallo detestando mi estilo, mis pensamientos y mi ignorancia sobre tantas cosas. Borro todo lo que he escrito. La página y mi mente quedan en blanco. Celebro ese momento de vaciedad oyendo música, tomando el sol en el balcón y viendo las ardillas saltar entre los árboles. Durante unos minutos me siento hermano de esas criaturas y concedo tanta importancia a las plantas como a mi propia existencia. «Soy nada y soy el mundo», pienso. 

Mas no crea el lector que esta iluminación me convierte en el profeta de un culto unipersonal. Tardo poco en volver ante la pantalla, en abrir las hojas de los cuadernos donde garrapateo versos, opiniones y confesiones, y vuelvo a buscar el sentido de mi existencia en palabras que seguramente ya han escrito otros. De todas formas, la esperanza de pulir mis ideas, aligerar mi prosa y encontrar una lucidez prolongada en la mitad de un párrafo me salvan de perder totalmente la fe en la escritura.

Cuanto más repaso, corrijo o destruyo mis apuntes, comprendo que yo soy lo que escribo, lo que borro y lo que escribo de nuevo, repitiendo o eliminando lo anterior. Disfrazo con el ensayo poético, la reseña crítica y la anécdota autobiográfica mi realidad de mueca frente al espejo y de grito rayado en la pared. 

Vivo tachándome a latigazos, puñaladas, golpes de martillo, y reescribiéndome con las uñas.

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