domingo, 29 de octubre de 2023

Desencuentro

Por el otro lado de la calle
iba caminando alguien 
extrañamente idéntico
al tío recién fallecido
(la misma palidez del último año, 
el mismo desaliño dominguero, 
la misma barba blanca).
Quedé mirándolo tambalear
entre los vivos, salir a luz 
cada vez que atravesaba la sombra
bajo los parasoles y las sombrillas.
Cuando cruzó la avenida, 
el pito de un carro ladró 
una advertencia, no sé
si para él, prófugo de la orilla
de la que nadie debería volver, 
o para mí, que fijaba los ojos
en una visión a los mortales prohibida.
La aparición llegó a la acera
desde la cual yo esperaba su abrazo, 
pero entró a un restaurante
y seguí mi camino, pensando
que los muertos también siguen
adelante con sus vidas de muertos, 
y que los vivos, si en verdad lo estamos, 
somos invisibles para los fantasmas.

sábado, 9 de septiembre de 2023

Serenata inútil

Allá en el pasado, mi esperanza
sigue recorriendo de sur a norte 
la ciudad que aquel presente 
eterno en la memoria y yo 
abandonamos hace un tiempo
cuyos números gotean y rebosan
mi amargura calladamente desbordada.
Entre calle y calle ascienden 
los violines de mi joven corazón
y es mi vida la que rueda sin ruido
sobre el asfalto azulado y el polvo
del camino hecho nube incendiada. 
Tú sigues esperándome en esa casa
a la que no quieres volver nunca, 
y aunque lo quisieras, jamás podrías, 
porque somos el uno para el otro
lo que ya no somos ni seremos, 
fantasma siempre incandescente
a nuestras espaldas, ardiente nostalgia, 
soles del ayer y futuro de sombras.  

martes, 29 de agosto de 2023

Ciudad Corazón

 I 

Estas últimas noches he vuelto a ser el niño que se duerme pensando en aquel almacén de lámparas del norte. Siempre lo vi de lejos, desde las ventanas de un taxi o de un bus. Debo al hecho de no haber entrado nunca el placer de pasarme la vida soñando en las notas de cristal de las arañas, en la luz amarillenta que envejece y embellece todas las cosas, en el interior eternamente anochecido y constelado de bombillas y reflejos. Poco antes de quedarme dormido, me veo a través de las vitrinas, sentado en una mesa de terciopelo verde o rojo casi negro, rodeado de incandescencias. Entre ellas, distingo varias caras ante las que el niño sonríe, aunque el adulto pretenda haberlas olvidado. El sueño me encuentra vestido de saco y corbata para esta reunión de mis ilusiones y fracasos. 

 II

En otro lugar del sueño o la nostalgia queda una plaza donde las banderas y los banderines suenan como el viento mismo, donde los días despejados azulean las estatuas, donde un pino de agua brota de una fuente y se deshace al instante entre carcajadas de espuma, donde los surtidores y los pájaros me preguntan por qué no te he llevado. De tanto guardarme la respuesta, quedo convertido en un monumento sin nombre y sin propósito. La verdad es que nunca te invité y ya no puedo invitarte. En aquella plaza, la tarde no acaba y nuestra historia tampoco empieza. 

III

También vuelvo muchas veces al teatro recién inaugurado. Camino entre los carteles, entre sus marcos dorados de bombillas, y me quedo admirando la imagen de Demi Moore sobre un fondo gris, sentada en el piso como una montaña trigueña surgida de repente entre el centro del mundo y el horizonte, las piernas resplandecientes dobladas para ocultar los senos y el pubis, formando así los signos de interrogación más hermosos que se hayan visto jamás, sus brazos y pies cuya perfección deleita y atormenta. Luego aparece el póster de Travolta entre nubes, con alas y aureola de arcángel. La película debe ser mala, pero el gesto beatífico del actor se confunde con mi alegría en medio de ese esplendor. Mi papá decía que las boletas eran muy costosas y le agradezco el haberme llevado solo dos o tres veces a ese teatro. La imaginación y el deseo siguen mostrándome aventuras y romances basados en el recuerdo de esos afiches. La función nunca termina. 

IV 

Un día, cuando ya sea muy viejo o cuando yo esté mucho más canoso, me sentaré en la fuente de soda de un barrio muy gris a esperar a que el fantasma de mi padre aparezca, más joven de lo que yo estaré en ese momento. Hablaremos durante las tardes de los años que me queden, y luego lo veré jugar fútbol, hecho niño otra vez, en una cancha pelada o una calle triste que no será triste del todo porque él está jugando en ella. 

 V

Recordaré siempre esa tarde de diciembre cuando llevé a Isaac al cine. Tras las ventanas del taxi contemplé largamente los cerros de esmeralda bajo el azul ardiente y unas cuantas nubes incendiadas. Me pregunté cómo pude irme de la ciudad y cómo podía seguir viviendo tan lejos de ella. «Qué hermoso está el día, ¿verdad, papá?», dijo Isaac, leyéndome la mente. El mundo me habló a través de su voz de pájaro y me hizo comprender que nunca me fui, que nunca me iré, que no puedo irme de verdad. Vivo buscándome en el corazón de la ciudad, y mi corazón no es más que el mapa de la ciudad dibujado por un niño. Doy todos mis pasos hacia adentro, hacia la ciudad que me habita, aunque yo crea haberla deshabitado.

viernes, 18 de agosto de 2023

martes, 15 de agosto de 2023

Gotas

Apago la ducha y me veo cubierto de diamantes a través de los cuales me observan ojos de otro mundo. También los miro fijamente por un instante: sus miradas ignoran o evitan mi desnudez, y al mismo tiempo me hacen sentir como un dios o un monstruo que nunca antes había surgido de las aguas. En todo caso, estas joyas me hermanan con las hojas, las frutas y las flores. Mi cuerpo no es más que otra superficie donde el presente se parte en espejos diminutos y la vida, en líquidos planetas. Sin yacer aún bajo la tierra, vuelvo a ser el tronco o la brizna constelada por la lluvia y el rocío.

martes, 1 de agosto de 2023

Oda al amanecer

Aunque a veces te maldiga mi cansancio, 
nunca me niegas el prodigio 
de verte rehacer el mundo 
con tus manos luminosas. 
¿Qué importan el insomnio 
y su legión de pesadillas y temores?
¿Qué importan el soñado triunfo 
y el despertar sin gloria?
Para seguir viviendo hasta la muerte 
debería bastarme la fortuna 
de sentir en los párpados 
el roce de tu esplendor, 
la alegría de entreverte 
rebosar las persianas, 
incendiar las cortinas
y derramarte bajo la puerta, 
el júbilo de oír apenas 
tu oboe naranja, tu flauta dorada
conversar con los pájaros. 
A tu rocío entrego 
este insaciable corazón
y asumo por completo mi destino 
de ser ascua de tu fuego, 
polvo de tu astro 
dulcemente volcado sobre la tierra. 

domingo, 30 de julio de 2023

Bagatela estival

Emerjo de las ramas a la luz 
como volviendo a nacer.
Soy el hijo de mis padres
y también un fruto
del calor y de la sombra. 

jueves, 27 de julio de 2023

Casi inmortal

Cada instante es una vida.
Cuando recuerdas el pequeño muro
donde te esperó sentada, sonriente,
de espaldas a la noche inminente, 
abrazada a sus rodillas 
como si fuera a nacer 
en cuanto te viera llegar; 
cuando tu memoria llama 
a la puerta blanca que ella te abrió
descalza, y desde entonces tu corazón
se quitó los zapatos para sentir mejor 
cada paso hacia el final inevitable y necesario;
cuando sueñas que tu padre vuelve 
a cantar tu nombre, y no oyes 
temblar en su voz ninguna sospecha
callada, ningún temor inconfesado;  
cuando la risa y la voz de tu hijo
vibran como cuerdas de luz y de viento
tendidas entre las tardes de hace años
y estas tardes del exilio; 
cuando te encuentras de nuevo 
al lado de la novia, en el coche antiguo, 
y te sorprende que el nupcial paseo
sea tan dichosamente largo 
y tan dolorosamente breve; 
cuando te preguntas hacia dónde
marcha el pasado y se pierde el presente,
no digas: "¡Qué turbulento el tiempo
y qué liviana la vida!". En cambio, piensa
que has vivido muchas veces 
y no has muerto. Aunque tú no lo sepas,
la alegría y la nostalgia te han hecho
inmortal por unas horas
y eterno en un momento. 

sábado, 24 de junio de 2023

El cuervo

¡Gloria eterna a su negra majestad!
Hay algo de rey y de soldado
en su paso cuidadoso y valiente. 
Siempre en guerra con los necios, 
llega a los jardines y a las fincas
esperando nunca la piedra o la bala
que le muestra la posición del enemigo
o lo convierte en alimento del prójimo.
No conoce la envidia ni la codicia:
toda su fortuna es un trozo de pan
o las tripas de un ratón podrido
que en su pico lucen como piezas
de un botín imposible, como escudo
de un palacio donde el sol se rompió 
en armas y cruces y copas, como alhaja
que en el fondo de un estuche parecía
polvillo de luna o llanto empedrado.
Vuela y regresa a la misma rama, 
vuela y retorna al mismo cable
con la gracia y la constancia de un ángel.
Acompaña la agonía y bendice la muerte
tejiendo sobre ellas una corona de viento.
Su graznar es el ruido de esas puertas
que se abren cuando todo lo mortal 
deja de ser y vuelve a su nada esencial, 
cuando los muertos nos llaman 
desde el lugar donde no existen
y donde tampoco existiremos. 
Mira en sus plumas el espejo de tu suerte.
Mira los brillos entre la tiniebla
a la que inevitablemente te acercas.
Tú no eres menos rapaz ni mejor: 
haz de vivir robando la esperanza
al desengaño y la dicha a los ausentes
que te dejaron menos vivo sin quererlo
o queriendo convidarte a su amargura.
Tú también serás platillo en el banquete
donde la vida continúa, voraz e insaciable.

jueves, 11 de mayo de 2023

Miseria y majestad del ser

Escúchate a ti mismo
y oirás a un extraño;
ni amigo, ni enemigo,
ni amante, ni hermano,

ante el espejo enamorado
del rostro que se admira
en el espejo de tus ojos,
y al mismo tiempo, deseando

haber nacido nunca o ser
otro, el prójimo, el ángel
que sobre el mundo se eleva
ebrio de la dicha que te falta.

Obsérvate a ti mismo
y seguirás a la bestia,
simio y reptil, insecto
y pájaro, dios diminuto

y cerdo endemoniado,
hastiado de las nubes,
nostálgico del fango,
gusano que quisiera

volar entre los astros
como dragón milenario,
arcángel que reniega
de su cruz emplumada.

Resígnate a ti mismo
y vivirás conversando
en tu interior vecindario
con la puta de la esquina

y la devota de enseguida,
con el doctor de la cuadra
y el vicioso del barrio,
en paz con todos, menos

con el loco que te mira
desde el fondo del cristal,
tal vez encantado, o quizás
tramando tu final sangriento.

jueves, 20 de abril de 2023

Infestación

Yo soy Dios para las pulgas.
Las pulgas ya estaban en alguna parte, 
naciendo como pulgas, saltando como pulgas 
para vivir de la sangre ajena como viven las pulgas 
entre la hierba y los pelajes donde se esconden las pulgas. 
Pero ahora las pulgas me encontraron a mí en este rincón del mundo, 
y las pulgas se han dedicado a trepar por mis pantalones con su habilidad de pulgas, 
más persistente y admirable que la de los alpinistas más suicidas, porque las pulgas escalan 
hasta mi vientre y mis brazos no por simple temor al olvido, sino porque las pulgas no tienen 
otro destino, porque mi sangre es la sangre de la cual mana la tibieza que sustenta a las pulgas.
 
Y por eso yo soy Dios para las pulgas.
Por eso las pulgas se pegan a mi ropa con sus patas de pulgas, 
se invitan a mi casa con su insolencia y su fecundidad de pulgas, 
siguen bebiendo de mi sangre para santificar su existencia de pulgas, 
bendiciendo su realidad numerosa, insignificante y pestilente de pulgas
con pedacitos de mi carne, y como yo no puedo hacer nada más que matar a un par de pulgas
seguramente las muy miserables creen que yo les estoy dando un fragmento de mi ser porque amo a las pulgas. 
 
Pero yo siento por las pulgas un odio universal.
Es decir, tengo la certeza absoluta de que un mundo sin pulgas
sería infinitamente mejor a este mundo en que las pulgas ascienden
por mis piernas, martirizan y adoran mi cuerpo con sus picaduras de pulgas, 
y hallan en mi descuido el alimento y el perdón de su fatal lujuria de pulgas. 
 
En verdad os digo que yo soy el diablo de las pulgas. 
Amo ver a las pulgas ahogándose en agua y en vinagre, 
hago llover alcohol y químicos de todos los colores sobre las pulgas, 
aplasto a las pulgas con saltos despóticos y felices, y echo sobre sus huevos de pulgas
sal, bicarbonato y puñados de desiertos para oponerme sin misericordia a nuevas generaciones de pulgas. 

Mientras tanto, las pulgas siguen viviendo de mi sangre, 
convencidas, en su descaro de pulgas, que soy generoso 
porque muchas pulgas escapan de mi palmada enemiga.
 
Yo soy Dios para las pulgas. 
Comed y bebed todas de mí, grotescas pulgas. 
Estoy obligado a complacer vuestro apetito de pulgas
hasta la hora en que por fin acabe con la última de las pulgas. 

domingo, 26 de marzo de 2023

El bien y el mal


A partir de una obra 
de Myrlande Constant.

¿Qué pasa si la serpiente
alcanza la copa y bebe del cáliz?
¿Se envenena el vino
o se salva la serpiente? 

¿Por qué la carne es débil
si contiene un alma eterna?
¿Por qué del placer desconfiamos
si le debemos la vida?

¿Por qué el deseo sin fondo
no termina en dicha y de dolor se colma?
¿Por qué de la virtud al vicio hay un tropiezo
y del vicio a la virtud, una montaña?

El santo vive esperando la respuesta
y el sabio, viendo llover las dudas.
Entre el bien y el mal hay tantas preguntas
como horas, y más allá seguirá el misterio.

sábado, 25 de febrero de 2023

Epitalamio

Para Claudia Marcela, 
que se casó con un escribidor 
y un coleccionista de discos 
a veces ciego y a veces sordo.
 
Tomo tu mano porque tiene
la callada presencia de la luz 
y del barranquero que sigue 
en ese árbol por ti señalado. 

Tomo tu mano porque pierde
mi vista en la espesura aquella 
donde cada hoja se hace nube 
de la tarde que pasando permanece. 

Tomo tu mano porque insiste 
en llevarme a la altura vegetal
hasta que el pájaro azulmente 
divide mi tiempo entre dos cielos. 

Tomo tu mano porque eres también 
alado presente, oculta tras los años, 
pero siempre detenida en ese instante
y en tantos otros que son y serán tuyos.

viernes, 24 de febrero de 2023

El Error

Cada una de tus equivocaciones, 
desde la más insignificante hasta la más dolorosa para ti y para los demás;
cada uno de tus tropiezos sin consecuencias y de tus caídas aparatosas;
cada uno de esos pecadillos que cometes sonriendo como los bebés cuando están aprendiendo a caminar y rompen una porcelana, 
y cada uno de los pecados a los que te arrojas de cabeza, empujado por la más bestial de las lujurias o por criminal codicia;
cada molestia evitable y cada omisión imperdonable;
toda tu ignorancia de ayer;
toda la malicia y la torpeza de hoy;
todo el remordimiento y la vergüenza de mañana, 
son obra, fruto, voluntad, capricho o sueño de El Error. 
 
Pierdes el tiempo hablando de tus errores y de los defectos de los otros. 
Pierdes el tiempo imaginando qué hubiera sido de tu vida si tus padres no fueran tan laxos o tan crueles, 
si no hubieses mordido aquellos labios para buscar en un sabor el olvido de ti mismo.
Pierdes el tiempo imaginando que regresas a un pasillo o a una fiesta de hace tantos años, 
devuelves con tus ojos el brillo de una mirada y te acercas a la fuente luminosa, en vez de huir de ella como un mapache o un zorrillo. 
Pierdes el tiempo lamentándote de las faltas de ayer y angustiándote por un olvido o una debilidad que puede costarte la vida, los ahorros o la honra. 

¡El Todopoderoso Error está en todas partes!
Está debajo de tu cama y afuera de tu puerta. 
Un día te hará zancadilla en cuanto te levantes o salgas de tu casa. 
Está en el baño y también en la cocina. 
Tal vez aparezca detrás de ti mientras te cepillas los dientes 
o su mano prenda la estufa en el momento en que te vas a dormir.
Su rata gigante puede salir de las alcantarillas a morderte los talones 
o quizá su perro infernal te espere a la vuelta de una esquina. 
Te acompaña dormido bajo tu escritorio en la oficina 
y se sienta a tu lado en el bus, después de la jornada.
 
El Error viste la bata del médico y la toga del juez, 
la camiseta sudorosa del plomero y el delantal impecable del mesero, 
el uniforme azul del chofer, el vestido púrpura de un castigo hecho novia,
y la falda de flores de quien ruega por la llegada de tu merecido ante los santos. 

Vive atento, pero tranquilo. 
Anda sin prisa y sin miedo. 
Llevas la niebla de El Error en los pulmones
y allá en el cielo las nubes de El Error preparan 
la llovizna, el aguacero, el granizo, la nevada 
de todos los errores, los tropiezos, los defectos 
propios y ajenos que componen tu persona y tu destino.
 


Jardín de piedra

Aldea inmóvil de campesinas y pastores 
que hablan y ríen junto a una fuente en miniatura, 
algo cabizbajas ellas, 
y ellos más inclinados
sobre el reflejo del cuerpo inalcanzable
en el agua imaginaria.
Estatuas de duendes rodean
un pino cuyas ramas no desnudan ni quiebran 
los vientos de octubre ni las lluvias de enero.
Redondas piedras como arbustos
y otras más pequeñas hacen 
de fruto que no pudren los veranos.
Así mismo perdura el pasado: 
inerte ya, y sin embargo, 
siempre distinto en el recuerdo.

sábado, 18 de febrero de 2023

Las gaviotas

No se debería hablar de ellas en singular. Quien se refiere a «la gaviota» solamente como ese puñado de alada espuma, como ese jirón de nube que adorna muelles y playas, presagia el calor o la tibieza de un día de verano o primavera, y simboliza la dicha o la calma de unas horas pasadas junto al mar, lo ignora casi todo de estas aves. 

Es cierto que las gaviotas aparecen sobre nuestra cabeza y se pierden de nuestra vista con la gracia de un aeroplano de juguete invulnerable a los vientos repentinos y, por lo tanto, al destrozo de sus piezas contra la tierra y al dolor de su piloto. También es verdad que a veces, cuando sobrevuelan en el mismo punto durante un instante, hacen pensar en una cometa sujeta por un hilo invisible a una mano detrás del horizonte. 

¿Pero qué decir de esa rapacidad de águilas con que descienden entre las olas y de su manera felina de disputarse un trozo de pan bajo un banco de piedra en algún puerto? Frente al sol que se pone, se distinguen de los cuervos o de los murciélagos solo por su tamaño y por el remar de sus alas en el oscuro pastel o en la sangre del cielo. Sus bandadas forman una flecha y se retiran como si ellas hubiesen matado la tarde. Su chillido siempre urgente tiene algo de fin de mundo. 

Si las gaviotas realmente son un símbolo, representan ante todo la belleza de tantas cosas que pueden aniquilarnos en cualquier momento y la majestad de los horrores que aún no acaban con nosotros por mera cuestión de azar.

jueves, 16 de febrero de 2023

Looking for the gift

But what is the gift?
Are words the gift?
Is it really the apparent eloquence, 
or rather the verbose confusion 
of one's mind, the gift?
Could the gift be, instead, 
this growing suspicion, 
this near certainty that words 
are not to be found, but to be told, 
and not to be sought, but to be lived? 

And where is the gift? 
Is it lost within you and me, 
like a child who plays with a balloon, 
then cries in the same corridor
where he left go of a hand, 
where nobody is looking for him, 
where no one has seen him yet?
Or is the world itself the gift?
Is it the sun blessing you with a robe of warmness
when you step away from a cold shadow, 
into colder winds, without any other merit
than being alive and sentient in your flesh? 
Is it the light that burns and creates all objects 
within your sight? Is it the way it sounds
like countless violins when it reigns upon 
that city in your memory from noon till dusk, 
or like a lonely oboe when the longest shadows
begin to give way to the morning?

Is desire the gift, or is it plenitude?
Is the gift the body sheltered and ravished
by the fire of its nature, by the fever of its yearnings?
Or is the gift its hope that, one night, 
after breaking into the possibly hellish darkness 
of an alley where it has no business being in, 
drunken with despair, hallucinating on self-loathing, 
it will trip on its own feet, dive into a dream of detachment, 
and wake up enlightened, liberated from the joy and misery of sinning?
 
Awareness is the gift. 
Even when left alone by the dead 
or the living who are gone, 
surrounded by music or silence or noise
like an ant or a spider at the foot of a canyon, 
we are fortunate when we sense that we 
are shining, murmuring, falling, flying, 
flowing away from the hands of time.
 


 

viernes, 3 de febrero de 2023

Fantasmas

El pasado me devora 
de adentro hacia afuera. 
A las garras enormes de la nostalgia, 
a sus colmillos de maquinaria pesada, 
a sus mandíbulas de roedor gigantesco 
debo este vacío que tú llamas «presente». 
No me estás oyendo a mí, sino a los perdidos, 
a los muertos, a los que siguen hablando y riendo 
como si aún vivieran en esa casa vendida hace tantos años, 
como si aún pudieran levantarse a las cinco y media de la mañana, 
recoger el periódico en la puerta, preparar el café, sentarse en el comedor, 
leer las noticias antes del desayuno y murmurar, entre sorbo y sorbo, una canción, 
como si aún te esperaran en un balcón para mostrarte en su mirada un planeta de ámbar desolado. 
 
Tampoco late mi corazón ni crujen mis entrañas.
Entre las costillas me retumban palabras ignoradas o nunca dichas, 
los pasos anteriores a un abrazo, el llanto después de un regalo, rumores 
de cortinas que la luz agita levemente en una foto demasiado amarilla de la memoria. 
Asómate a mis ojos cuando veo en la televisión el comercial de alguna medicina y recuerdo 
sus ojos tan brotados, tan ausentes, o esa muralla de frascos erigida por mi padre sobre una mesa
y derrumbada por la muerte tras cuatro años de asedio. 
Mira las telarañas que unen mis huesos como si vieras 
la frágil esperanza a la cual te aferras para cruzar el abismo 
entre hoy y mañana, entre cada quincena, entre el deseo y el fracaso. 
Acércate y quédate observando mi presencia de hueco en la pared o de nocturna ventana. 
Al fondo, en la misma sala de otro tiempo, están los que te dejaron más solo y menos vivo. 
 
Ninguna mano huesuda tocará tu hombro mientras duermes,
te halará los pies a la madrugada,
ni dejará caer las ollas mientras te cepillas los dientes.
 
Tú eres el fantasma. 
 
Estás lleno de apariciones. 

 
 

jueves, 2 de febrero de 2023

Cali

No tiene la culpa 
de su atropellado crecimiento hacia todas las direcciones de la nada
 
No tiene la culpa 
de la plaga de edificios 
que devora los potreros
donde la maleza vivía levantando sus brazos 
en perpetua y ondulante adoración al calisol
 
No tiene la culpa 
de sus barrios lanzados al polvo como piedras 
de sus calles tristes y viejas como tangos o boleros
de su asfalto pisoteado por Dios y arañado por el diablo 
de sus ríos fétidos sus cañerías amazónicas su líquida basura 
 
Y mucho menos tiene la culpa
de este amor doloroso por una juventud que no fue mía 
de esta nostalgia por los años cuando mi padre andaba sin el peso de los años 
y un viento en blanco y negro lo llevaba a teatros de cine hoy convertidos en templos protestantes
a fuentes de soda donde ahora quedan talleres mecánicos o cuchitriles de alquiler para el placer desesperado 
o lo agitaba como un banderín cuando se colgaba de un bus repleto para ir al colegio

Tampoco tiene la culpa 
de la música que me apuñala 
de la canción que hacía levitar a mi papá 
porque repetía el nombre de una muchacha al compás de su muchacho corazón
de las trompetas que se oían por doquier en diciembre y que ya nunca escucho aquí a lo lejos 
de ese buscar por dentro quién soy yo y solo encontrarme en la gris invasión de su recuerdo
 
¿Cómo culparte a ti 
de no saber que somos 
alma de tu aire y carne de tu polvo? 
 
¿Cómo culparte a ti 
de lo que no tenemos 
si olvidamos todo lo que nos diste? 
 
Quise huir de tus parques vigilados por maleantes 
de tus canchas donde los borrachos se agarran a patadas por las noches hasta que un disparo los interrumpe y en las madrugadas nubladas un fantasma sale a patear balones perdidos 
de tus iglesias tenebrosas desde el portal y tus garages de fanáticos cada día más numerosos 
 
Pero tu suelo crece con mis pasos 
y ante los mares pienso en el mar al revés de tus días ardientes 
y en muelles inmensos que golpean las olas vuelve a mí la visión de tus cerros
y qué pobre me parece el horizonte si lo veo despojado de tu corona montañosa 
 
A ti regreso sin haberme ido nunca 
 
Humo soy de tu humo 
luciérnaga de tu penumbra de cañón apuntado a los ojos
reflejo de ese río tuyo embriagado de luces y tambaleante como yo en tu pasado y el mío 
hijo mortal de tu letal fealdad y tu inmortal encanto 
 
En una de tus esquinas 
sigo huyendo de un ladrón 
y en otra estoy esperando la vida 
 
Te debo todos los lugares 
que vagamente me definen
 

domingo, 22 de enero de 2023

A las seis del invierno

 


Camino huyendo siempre
del día que ardiente se aleja
y del mañana que se asoma
todavía azul desde la noche. 

Me persigue el fin del mundo.
Entre un parque sin lámparas
y una calle iluminada a ratos, 
he nacido y naceré a cada paso.


domingo, 15 de enero de 2023

15-01-23




Desde el fondo 
de tantas horas de lluvia 
siento venir un presagio

No hay alertas

Aún
 
El único peligro
es no saber cuándo
caerá el horizonte
en una sola ola 

A mi temor le basta
el mar hirsuto de tristezas