Yo soy Dios para las pulgas.
Las pulgas ya estaban en alguna parte,
naciendo como pulgas, saltando como pulgas
para vivir de la sangre ajena como viven las pulgas
entre la hierba y los pelajes donde se esconden las pulgas.
Pero ahora las pulgas me encontraron a mí en este rincón del mundo,
y las pulgas se han dedicado a trepar por mis pantalones con su habilidad de pulgas,
más persistente y admirable que la de los alpinistas más suicidas, porque las pulgas escalan
hasta mi vientre y mis brazos no por simple temor al olvido, sino porque las pulgas no tienen
otro destino, porque mi sangre es la sangre de la cual mana la tibieza que sustenta a las pulgas.
Y por eso yo soy Dios para las pulgas.
Por eso las pulgas se pegan a mi ropa con sus patas de pulgas,
Por eso las pulgas se pegan a mi ropa con sus patas de pulgas,
se invitan a mi casa con su insolencia y su fecundidad de pulgas,
siguen bebiendo de mi sangre para santificar su existencia de pulgas,
bendiciendo su realidad numerosa, insignificante y pestilente de pulgas
con pedacitos de mi carne, y como yo no puedo hacer nada más que matar a un par de pulgas
seguramente las muy miserables creen que yo les estoy dando un fragmento de mi ser porque amo a las pulgas.
Pero yo siento por las pulgas un odio universal.
Es decir, tengo la certeza absoluta de que un mundo sin pulgas
sería infinitamente mejor a este mundo en que las pulgas ascienden
por mis piernas, martirizan y adoran mi cuerpo con sus picaduras de pulgas,
y hallan en mi descuido el alimento y el perdón de su fatal lujuria de pulgas.
En verdad os digo que yo soy el diablo de las pulgas.
Amo ver a las pulgas ahogándose en agua y en vinagre,
hago llover alcohol y químicos de todos los colores sobre las pulgas,
aplasto a las pulgas con saltos despóticos y felices, y echo sobre sus huevos de pulgas
sal, bicarbonato y puñados de desiertos para oponerme sin misericordia a nuevas generaciones de pulgas.
Mientras tanto, las pulgas siguen viviendo de mi sangre,
convencidas, en su descaro de pulgas, que soy generoso
porque muchas pulgas escapan de mi palmada enemiga.
Yo soy Dios para las pulgas.
Comed y bebed todas de mí, grotescas pulgas.
Estoy obligado a complacer vuestro apetito de pulgas
hasta la hora en que por fin acabe con la última de las pulgas.
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