Para Claudia Marcela,
que se casó con un escribidor
y un coleccionista de discos
a veces ciego y a veces sordo.
Tomo tu mano porque tiene
la callada presencia de la luz
y del barranquero que sigue
en ese árbol por ti señalado.
Tomo tu mano porque pierde
mi vista en la espesura aquella
donde cada hoja se hace nube
de la tarde que pasando permanece.
Tomo tu mano porque insiste
en llevarme a la altura vegetal
hasta que el pájaro azulmente
divide mi tiempo entre dos cielos.
Tomo tu mano porque eres también
alado presente, oculta tras los años,
pero siempre detenida en ese instante
y en tantos otros que son y serán tuyos.
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