jueves, 2 de febrero de 2023

Cali

No tiene la culpa 
de su atropellado crecimiento hacia todas las direcciones de la nada
 
No tiene la culpa 
de la plaga de edificios 
que devora los potreros
donde la maleza vivía levantando sus brazos 
en perpetua y ondulante adoración al calisol
 
No tiene la culpa 
de sus barrios lanzados al polvo como piedras 
de sus calles tristes y viejas como tangos o boleros
de su asfalto pisoteado por Dios y arañado por el diablo 
de sus ríos fétidos sus cañerías amazónicas su líquida basura 
 
Y mucho menos tiene la culpa
de este amor doloroso por una juventud que no fue mía 
de esta nostalgia por los años cuando mi padre andaba sin el peso de los años 
y un viento en blanco y negro lo llevaba a teatros de cine hoy convertidos en templos protestantes
a fuentes de soda donde ahora quedan talleres mecánicos o cuchitriles de alquiler para el placer desesperado 
o lo agitaba como un banderín cuando se colgaba de un bus repleto para ir al colegio

Tampoco tiene la culpa 
de la música que me apuñala 
de la canción que hacía levitar a mi papá 
porque repetía el nombre de una muchacha al compás de su muchacho corazón
de las trompetas que se oían por doquier en diciembre y que ya nunca escucho aquí a lo lejos 
de ese buscar por dentro quién soy yo y solo encontrarme en la gris invasión de su recuerdo
 
¿Cómo culparte a ti 
de no saber que somos 
alma de tu aire y carne de tu polvo? 
 
¿Cómo culparte a ti 
de lo que no tenemos 
si olvidamos todo lo que nos diste? 
 
Quise huir de tus parques vigilados por maleantes 
de tus canchas donde los borrachos se agarran a patadas por las noches hasta que un disparo los interrumpe y en las madrugadas nubladas un fantasma sale a patear balones perdidos 
de tus iglesias tenebrosas desde el portal y tus garages de fanáticos cada día más numerosos 
 
Pero tu suelo crece con mis pasos 
y ante los mares pienso en el mar al revés de tus días ardientes 
y en muelles inmensos que golpean las olas vuelve a mí la visión de tus cerros
y qué pobre me parece el horizonte si lo veo despojado de tu corona montañosa 
 
A ti regreso sin haberme ido nunca 
 
Humo soy de tu humo 
luciérnaga de tu penumbra de cañón apuntado a los ojos
reflejo de ese río tuyo embriagado de luces y tambaleante como yo en tu pasado y el mío 
hijo mortal de tu letal fealdad y tu inmortal encanto 
 
En una de tus esquinas 
sigo huyendo de un ladrón 
y en otra estoy esperando la vida 
 
Te debo todos los lugares 
que vagamente me definen
 

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