No tiene la culpa
de su atropellado crecimiento hacia todas las direcciones de la nada
No tiene la culpa
de la plaga de edificios
que devora los potreros
donde la maleza vivía levantando sus brazos
en perpetua y ondulante adoración al calisol
No tiene la culpa
de sus barrios lanzados al polvo como piedras
de sus calles tristes y viejas como tangos o boleros
de su asfalto pisoteado por Dios y arañado por el diablo
de sus ríos fétidos sus cañerías amazónicas su líquida basura
Y mucho menos tiene la culpa
de este amor doloroso por una juventud que no fue mía
de esta nostalgia por los años cuando mi padre andaba sin el peso de los años
y un viento en blanco y negro lo llevaba a teatros de cine hoy convertidos en templos protestantes
a fuentes de soda donde ahora quedan talleres mecánicos o cuchitriles de alquiler para el placer desesperado
o lo agitaba como un banderín cuando se colgaba de un bus repleto para ir al colegio
Tampoco tiene la culpa
de la música que me apuñala
de la canción que hacía levitar a mi papá
porque repetía el nombre de una muchacha al compás de su muchacho corazón
de las trompetas que se oían por doquier en diciembre y que ya nunca escucho aquí a lo lejos
de ese buscar por dentro quién soy yo y solo encontrarme en la gris invasión de su recuerdo
¿Cómo culparte a ti
de no saber que somos
alma de tu aire y carne de tu polvo?
¿Cómo culparte a ti
de lo que no tenemos
si olvidamos todo lo que nos diste?
Quise huir de tus parques vigilados por maleantes
de tus canchas donde los borrachos se agarran a patadas por las noches hasta que un disparo los interrumpe y en las madrugadas nubladas un fantasma sale a patear balones perdidos
de tus iglesias tenebrosas desde el portal y tus garages de fanáticos cada día más numerosos
Pero tu suelo crece con mis pasos
y ante los mares pienso en el mar al revés de tus días ardientes
y en muelles inmensos que golpean las olas vuelve a mí la visión de tus cerros
y qué pobre me parece el horizonte si lo veo despojado de tu corona montañosa
A ti regreso sin haberme ido nunca
Humo soy de tu humo
luciérnaga de tu penumbra de cañón apuntado a los ojos
reflejo de ese río tuyo embriagado de luces y tambaleante como yo en tu pasado y el mío
hijo mortal de tu letal fealdad y tu inmortal encanto
En una de tus esquinas
sigo huyendo de un ladrón
y en otra estoy esperando la vida
Te debo todos los lugares
que vagamente me definen
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