La oscuridad me empujó,
tropecé con algo y sentí
que yo era un ángel o bicho
estrellado contra el fondo
de su insondable torpeza.
Mas demonios e insectos
sí vuelan. Yo no puedo.
Lo que veo a mis espaldas
es el fardo de las pesadillas.
lunes, 29 de noviembre de 2021
Como si tuviera alas...
jueves, 25 de noviembre de 2021
Madrigal No. 11
Para mí, la primavera no es más
multitudes volcadas a la playa
como si el mar desapareciera
entre el otoño y el invierno,
ajeno entusiasmo, risas y humo
desde balcones o terrazas lejanas.
No me importa si hubo alguna primavera
en nuestras vidas, si ya de mi otoño
caen los días o si en tu pelo ocultas
los pasos de la nieve. No somos frutos
en su momento más dulce, no tenemos
la piel de durazno y en otros cuerpos
los sedientos beben el cáliz alegre
del melón o la sandía. Pero yo deseo
nada más que abrazar y besar tu madera,
morder tus raíces y con mis dientes
librarte del pasado y del futuro inevitable.
Recibe mi fuego y arderás de lujuria o de amor,
viernes, 19 de noviembre de 2021
Madrigal No. 10
en la noche interminable de tu pelo.
No sé si también de ti se aleja
o si soy yo quien se abandona
cuando vuelas hacia la primera
o la enésima reunión de la jornada,
y furtivamente su cometa observo
hasta que te pierdes por un pasillo
donde ya no pueden seguirte
ni la vista ni la dicha.
Todo es nocturno en tu pelo:
hasta tu espalda descienden
y desde ella vuelven a su cauce
las últimas sombras de la tarde,
la pensativa aparición de la luna
en una cascada que ofrenda
su espejo a la penumbra
y su música al silencio.
la negra majestad del cuervo
al mediodía y la negrura
que en los ojos arde
cuando doblas una esquina
y te encuentras de frente
con la furia matinal
o la poniente ira.
Todo es luz en tu pelo
y en él todo es iluminado espacio.
Aquí en las tinieblas
de mi destino sin ti,
vivo midiendo su eternidad
y mi desdicha en cada destello.
jueves, 18 de noviembre de 2021
Madrigal No. 9
Enamorado estoy de mi desdicha
porque tiene la forma de tu movimiento,
porque se aleja, regresa y vuelve a irse
con tu vaivén de palmera en la tormenta,
con tu ligereza de pliegue en la arena
cuando el vendaval anda por la playa.
Adoro mi tormento porque imita
el ritmo telúrico de tus caderas,
porque su caminar también derrumba
mi cordura, desfonda mi conciencia
y dirige mis pensamientos a tu espalda;
porque sus nalgas tiemblan como las tuyas
Embelesado estoy en mi amargura
porque sabe herirme y escaparse
con tu prisa de cazadora y de venado,
soy otro en el deseo: tu esposo,
tu amante, el que ya vive adentro de ti
y no el que duerme a las afueras de tu cuerpo.
viernes, 12 de noviembre de 2021
Madrigal No. 8
A cambio de mansiones y opulentos almacenes,
te ofrezco la ciudad donde vivo corazón adentro,
cuna de mis mayores y destino de mis pensamientos.
Cuando ya tu mano no quiera levantarse
a saludar millonarios, ingenieros y abogados,
vuelve la mirada a los samanes, ceibas, guayacanes
que te invitarán a su sombra y en la umbría
te ofrendarán mi cuerpo, si un día compartes
esta lujuria sin tregua, este anhelo sin lluvia.
A cambio de aeropuertos, autopistas, restaurantes, hospitales,
recibe el viento y la hojarasca que en torbellinos desfila
por mis calles tocando flautas, guarachas y maracas;
los siete ríos desbordados una misma madrugada de Semana Santa,
tras el diluvio de toda una noche, y las casas donde los impíos
despertamos aún manchados de pecado y con el barro a la cintura;
una tienda de barrio tristemente parecía a otra tienda de barrio
en la cual te espero sin conocerte aún y sin qué tú la conozcas,
mientras sigue sentado a mi lado otro amor como un borracho dormido;
el parque cuyas estatuas leprosas y tuertas
a nadie declaman sus sonetos ni reprochan el olvido,
y sonrientes observan las palomas o escuchan a los locos;
las áridas canchas en que mi padre
sufrió las primeras patadas de la vida
y su fantasma niño sigue jugando sin levantar el polvo;
las tabernas oscuras a pesar de sus neones,
los cruces clavadas a los cerros y también a mi pasado,
las montañas que imponen su verdor a la neblina y al humo,
los espejos miserables y mágicos al fondo de los huecos en el asfalto,
los andenes vencidos por las raíces y sepultados bajo pétalos rosados,
las esquinas donde no sé por qué me detengo, los buses con rumbo a la nostalgia...
Si te conviertes a mi adoración por ti y en tu nombre mi cordura sacrificas,
tuya será toda la entrañable fealdad de este mundo tan ajeno al tuyo,
pero tan ansioso de tu llegada, como si yo fuera la sequía y tú, el aguacero.
Madrigal No. 7
Quisiera ser un poeta de las ideas
y vivir con los ojos hacia adentro,
fijos en un laberinto de estanterías
que alcancen las platónicas esferas
y pobladas estén de tomos robustos
como sarcófagos de cuero o terciopelo.
Otro Borges quisiera ser para discurrir
en cuartetas de marfil y sonetos marmóreos
sobre Heráclito y Zenón y Berkeley y Schopenhauer,
para vislumbrar entre una letra y la otra
destellos de la verdad oculta bajo los alfabetos,
para soñar ulricas que salgan conmigo por la noche
sin importar la penumbra ni la nieve,
porque la vista y el tacto nos engañan,
porque más oscuro será nuestro comercio
de perífrasis sin notas al pie,
porque más gélidas son nuestras almas
invulnerables a la humedad y al fuego.
mucho más que a las antologías,
y he visto pasar aún más horas
en la cascada nocturna de tu pelo
que en el río donde se fugan los días,
y más que el árbol del bien y el mal,
la serpiente, la manzana y el edén,
me importan tu ritmo de palmera al caminar,
tu movimiento de culebra en el agua
y la cereza negra o la ciruela de tu boca.
De verdad, no pretendo cantar sobre un infierno
sino arder entre llamas con la forma de tus brazos
miércoles, 10 de noviembre de 2021
Madrigal de invierno
Una vez más le contaré a tu ausencia
aquel sueño que alguien sigue soñando
en mí y a mi pesar, porque yo soy otro,
el resignado a la vigilia y el olvido,
y no el soñador que aún te sigue sin llamarte
en medio de una niebla imposiblemente densa,
porque no es la neblina de algunas madrugadas
cuando la lluvia cabalga despacio por las cordilleras,
y tampoco la tos de los buses ni el humo de la basura incendiada,
sino toda la tristeza del ayer y del futuro
apoderada de nuestra ciudad y de mi vida,
encerrándome en la penuria de ser solamente
testigo de tus pasos y alegrías,
voyerista por azar de tu dicha y tus triunfos,
espectro miope que, oculto en su amargura,
te ha visto enamorada de un dolor venidero
y también de un hogareño amor y de tu hijo.
Sin embargo, todo lo borra la niebla del sueño:
las calles y mi desdicha del pasado y de siempre,
los edificios y tu estabilidad de esposa y madre.
Mi dormido anhelo solo distingue tu leve estatura,
tu silueta de niña que nació señora,
tu andar que no es apresurado ni lerdo,
tu cadencia inocente de su propia gracia.
Cerca te veo y hacia tu ilusión camino
cuando tu espalda desaparece de repente,
hecha remordimiento, niebla, frío, nada.
Tercamente resurges y vuelve la esperanza
más allá del desenlace y los años de silencio,
y de nuevo me acerco a tu instantáneo esfumarte.
No soy el mismo que en mí y a mi pesar te sueña,
porque yo desgarraría la niebla con tu nombre
y te hablaría como algunas veces lo hice,
preguntándote por la fecha de una tarea o un examen,
aunque yo la sabía muy bien, solo para oír en tu voz
tan dueña de su propia música las horas, los días y los meses.
A lo mejor sí soy el mismo que te busca
en ese mundo por el presente nublado,
pero a diferencia del perpetuo soñador
yo me detendría y te perdería de vista,
convencido de haberme acostumbrado a este destino
que sigue marchando en dirección contraria a tu rumbo.