Eres el eterno presente,
deseo que concedes
el olvido del fracaso
y sobre lo perdido tiendes
la fiebre de la espera.
Eres el verbo que entre mis tinieblas
vuelves a crearme libre de remordimientos,
y por lo tanto destinado
a buscar el placer y la dulzura
entre los errores de ayer y el dolor de ahora.
Eres el ritmo de metal y tierra
que mi corazón, encandenado
al hastío por estas manos cobardes,
desata cuando escucha tu llamado
en un cielo sin pájaros
y persigue la sombra de tu vuelo.
Eres el instante desprendido del tiempo,
la orilla extraviada del mundo
en que los muertos y los ausentes
me reciben vivos aún,
enamorados todavía,
vestidos como lo estaban
en cierta foto metida quién sabe dónde
o rota hace ya muchos años.
Eres el eterno presente:
no hay entre tú y yo distancia,
sino breve silencio, pausa.
Callada o tempestuosa,
tú seguirás otorgándole a mi ensueño
todo lo que la vida habrá de negarme.
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