En vano agitamos banderas;
en vano nos definimos como habitantes de una ciudad o de un país cuando hablamos de nosotros mismos a quienes no nos conocen;
en vano nos llamamos gente de las montañas, hijos de los valles o vecinos del mar.
Siempre viviremos en el límite de todas las cosas.
en vano nos definimos como habitantes de una ciudad o de un país cuando hablamos de nosotros mismos a quienes no nos conocen;
en vano nos llamamos gente de las montañas, hijos de los valles o vecinos del mar.
Siempre viviremos en el límite de todas las cosas.
Somos y no somos: forasteros en casa, extraños entre amigos, humanas bestias, descendientes, hermanos y futuros ancestros de lo inerte.
Estamos vivos, vivísimos, respirando sin ruido alguno y con la sangre moviéndose tranquila por las vías despejadas de nuestro interior,
pero basta un tropiezo en las escaleras o en una acera junto a la cual pasan los carros de prisa
para que empiece una agonía de años con un preludio de huesos rotos
o para que nuestra historia concluya con un estruendo de metales doblados, vidrios quebrados y órganos aplastados.
De nada sirve cerrarle la puerta al azar:
incluso quedándonos encerrados en casa,
la travesura o la rebeldía de una célula
puede abrir a nuestros pies un abismo
en cuya garganta padeceremos los peores dolores.
Estamos vivos, vivísimos, respirando sin ruido alguno y con la sangre moviéndose tranquila por las vías despejadas de nuestro interior,
pero basta un tropiezo en las escaleras o en una acera junto a la cual pasan los carros de prisa
para que empiece una agonía de años con un preludio de huesos rotos
o para que nuestra historia concluya con un estruendo de metales doblados, vidrios quebrados y órganos aplastados.
De nada sirve cerrarle la puerta al azar:
incluso quedándonos encerrados en casa,
la travesura o la rebeldía de una célula
puede abrir a nuestros pies un abismo
en cuya garganta padeceremos los peores dolores.
Y así como vivimos sin saberlo a un par de pasos de la muerte,
también nos amamos a nosotros mismos y a los demás en la misma medida en que nos odiamos y los odiamos a ellos.
también nos amamos a nosotros mismos y a los demás en la misma medida en que nos odiamos y los odiamos a ellos.
Nos agarramos de nuestra fe o de nuestras opiniones para no caer al vacío,
y aplaudimos de pie los monólogos de la conciencia,
pero al minuto siguiente quisiéramos traspasar el espejo
y desfigurar a puñetazos y cachetadas al imbécil que nos regaña e insulta al otro lado del cristal,
y oímos en la mente una voz que se complace en recordarnos todos nuestros errores,
desde el más insignificante hasta el más lamentable.
A veces estamos a punto de estrangularnos con las manos
o de tumbar las paredes a cabezazos. De semejante atrocidad
no nos libra la razón, sino la vuelta del amor propio
y al rato volvemos ante el espejo a besar locamente las mejillas del amante reflejado.
y aplaudimos de pie los monólogos de la conciencia,
pero al minuto siguiente quisiéramos traspasar el espejo
y desfigurar a puñetazos y cachetadas al imbécil que nos regaña e insulta al otro lado del cristal,
y oímos en la mente una voz que se complace en recordarnos todos nuestros errores,
desde el más insignificante hasta el más lamentable.
A veces estamos a punto de estrangularnos con las manos
o de tumbar las paredes a cabezazos. De semejante atrocidad
no nos libra la razón, sino la vuelta del amor propio
y al rato volvemos ante el espejo a besar locamente las mejillas del amante reflejado.
De igual forma,
cuánto rogamos a Dios o a la suerte que aquellos a quienes decimos amar
se conviertan en seres diferentes a los que son en realidad,
cuánto deseamos que por obra de un milagro se parezcan mucho más a nosotros mismos
o que vuelvan a nacer con las virtudes que tanto nos faltan,
cuánto rogamos a Dios o a la suerte que aquellos a quienes decimos amar
se conviertan en seres diferentes a los que son en realidad,
cuánto deseamos que por obra de un milagro se parezcan mucho más a nosotros mismos
o que vuelvan a nacer con las virtudes que tanto nos faltan,
y los odiamos furtivamente por alejarse de nuestra quimera.
He amado esperando que alguien diera la espalda a su realidad
y entrara al laberinto de mis sueños para tornarse en adorado espectro en medio de la niebla.
He sido amado con la esperanza de ser otro: el que se fue, el que no ha llegado,
He amado esperando que alguien diera la espalda a su realidad
y entrara al laberinto de mis sueños para tornarse en adorado espectro en medio de la niebla.
He sido amado con la esperanza de ser otro: el que se fue, el que no ha llegado,
el que no puede ser ni llegará jamás,
porque no existe ni existirá nunca.
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