miércoles, 13 de mayo de 2020

El Miedo y La Esperanza

En este preciso momento, La Dicha se ha rebelado contra los dos tiranos de mi vida: el rey Miedo y la reina Esperanza. 

La derrota puede ser inminente. La Mente, siempre al servicio de aquellos monarcas, afila y organiza sus herramientas de tortura para desmembrar a la dichosa rebelde en cuanto sea derrotada. Heraldos y soldados cabalgan por mis arterias pregonando que todo placer será arrestado en el acto y desterrado a los dominios del Tedio y La Angustia, hermanos de sus majestades.

Vestida con mi carne y huesos solamente, La Dicha lleva por armadura el calor de este día. Su bandera de batalla es una brisa repentina. Por armas y escudos tiene mis brazos y mis manos. Sin otro poder que el de mis piernas delgadas, ha escalado a lo más alto de mi cabeza. 

Luego de capturar esa fortaleza llamada Razón, La Dicha toca una trompeta que suena tan desafinada como mi propia voz, pero más fuerte que los rugidos de El Miedo. La Esperanza sale a un balcón de su gélido palacio. Desde allí le exige a la insolente que aviente su instrumento al abismo y después salte a la muerte. 

La Dicha estalla en carcajadas y grita: “¡Quien viva esperando el paraíso morirá abrazando el aire! ¡Ninguna fortuna lloverá sobre ti! ¡Oh bendita soledad! ¡Oh feliz solitario que te pierdes y te hallas en tus propias obras! ¡Oh placentera realidad de los sentidos! El cielo está en el agua que refleja las alturas, cada árbol es un templo y el jardín más humilde contiene las reliquias más sagradas. Ama el viento y él cantará en tus oídos como los ángeles y las sirenas”. 

La Esperanza no puede creer que esté oyendo semejantes herejías y se desmaya. En el piso queda su vestido sin cuerpo. El Miedo aúlla y sus monstruos aparecen, uno por uno, en el horizonte. Sus sombras nublan el mundo hasta oscurecerlo todo. La Dicha no ve nada ya. Solo escucha gruñir, graznar y resoplar a sus enemigos. 

Lo último que recuerdo es la sonrisa desafiante de La Dicha.

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