martes, 28 de junio de 2022

Remordimiento

Como un insecto que crece monstruosamente detrás de la estufa o debajo de un mueble, lo que tanto esperaste y nunca tuviste se alarga entre tu pasado y tu futuro. Puedes tratar de engañarte repitiéndole una y otra vez a tu mente que el olvido te ha traído la paz y que la resignación llamará a tu puerta en cualquier momento. Pero el torrente de tu sangre dirá siempre la verdad: cada placer que te negaron, o al que renunciaste por cobardía o pudor, está labrando su nido y cavando tu tumba en tus entrañas. Pronto verás en el espejo al bicho gigante y a la carroña que lo alimenta.

domingo, 26 de junio de 2022

Marginal

Vivo a las afueras de la vida, moviéndome entre los demás con grisácea lentitud, como si mi alma descuerpada fuera uno de esos nubarrones de junio, y como si mi destino también fuera nada más que oscurecer y enfriar sin lluvia los últimos días de la primavera y los primeros del verano en una tierra castigada por una sequía interminable. A diferencia de los otros, no me llenan la ira ni la soberbia. Siento rabia de ser lo que soy y debo resignarme a llevar la soledad con orgullo, pero ambos sentimientos son pasajeros. Tampoco me definen el temor, la desesperanza ni el aburrimiento, aunque sospecho muy frecuentemente que me persiguen los errores, que el fin del mundo puede ocurrir durante cada puesta de sol y que no hay isla donde el mar, un riachuelo o una fruta le den otro sabor a la amargura empozada en la boca de mi espíritu. Todo entra y todo sale por mis bordes. Silueta, sombra, vaguísima mancha parecida a una virgen o al demonio, vapor en la ventana, huella en el espejo: ¿Qué o quién soy? No lo sé. Tal vez yo sea nada más que la fortuna de no ser otro y la desdicha de ser el mismo.

viernes, 17 de junio de 2022

Metamorfosis

Nos convertimos en aquello que nos falta.
Nos convertimos en el amor que no tenemos.
Nos convertimos en eso que tanto odiamos
porque nunca será nuestro y, sin embargo,
nos falta como si nos faltara la vida.
Nos convertimos en todo lo que maldecimos
porque somos profundamente parecidos a ello.
Nos convertimos en lo que somos sin quererlo ser.

Eres la madre despótica o indiferente.
Eres el padre cobarde y santurrón o borracho y pendenciero.
Eres el amante que tus brazos jamás retuvieron
porque debía esconderse del hastío y la muerte
entre los cuerpos de la orgía.
Eres la esposa bendecida por Dios
con un corazón sin sangre y un alma anémica.
Eres el marido cuyos ojos de águila
acechan al prójimo y destripan al vecino.  
Eres la amiga distante aunque la tengas enfrente
y el amigo canalla que te divierte y repugna al mismo tiempo.

Sigue pregonando cuánto te amas.
Todos sabemos que mientes, que te odias,
que quisieras romper cada espejo gritando y escupiendo a tu reflejo,
y luego desollarte con un cristal roto y renacer de tu carne despreciada
y ser el otro, el desconocido, el bello, el feliz, el amado y harto de amor.
También sabemos que te tienes miedo.
Pero no te preocupes.
Llevamos años viviendo bajo la piel del enemigo
y hasta ahora no nos ha pasado nada.

domingo, 5 de junio de 2022

Adivinanzas

Vuelvo la mirada
a un ruido de hojas:
¿Fue un pájaro o una ardilla? 
¿Es el viento saltando
de una rama a la otra 
o son los árboles 
ardiendo de luz? 


¿Es la flor 
mariposa en tierra 
o es la mariposa 
flor que vuela? 

jueves, 2 de junio de 2022

Fronteras

En vano agitamos banderas;
en vano nos definimos como habitantes de una ciudad o de un país cuando hablamos de nosotros mismos a quienes no nos conocen;
en vano nos llamamos gente de las montañas, hijos de los valles o vecinos del mar.
Siempre viviremos en el límite de todas las cosas.
Somos y no somos: forasteros en casa, extraños entre amigos, humanas bestias, descendientes, hermanos y futuros ancestros de lo inerte.
Estamos vivos, vivísimos, respirando sin ruido alguno y con la sangre moviéndose tranquila por las vías despejadas de nuestro interior,
pero basta un tropiezo en las escaleras o en una acera junto a la cual pasan los carros de prisa
para que empiece una agonía de años con un preludio de huesos rotos
o para que nuestra historia concluya con un estruendo de metales doblados, vidrios quebrados y órganos aplastados.
De nada sirve cerrarle la puerta al azar:
incluso quedándonos encerrados en casa,
la travesura o la rebeldía de una célula
puede abrir a nuestros pies un abismo
en cuya garganta padeceremos los peores dolores.
 
Y así como vivimos sin saberlo a un par de pasos de la muerte,
también nos amamos a nosotros mismos y a los demás en la misma medida en que nos odiamos y los odiamos a ellos.
 
Nos agarramos de nuestra fe o de nuestras opiniones para no caer al vacío,
y aplaudimos de pie los monólogos de la conciencia,
pero al minuto siguiente quisiéramos traspasar el espejo
y desfigurar a puñetazos y cachetadas al imbécil que nos regaña e insulta al otro lado del cristal,
y oímos en la mente una voz que se complace en recordarnos todos nuestros errores,
desde el más insignificante hasta el más lamentable.
A veces estamos a punto de estrangularnos con las manos
o de tumbar las paredes a cabezazos. De semejante atrocidad
no nos libra la razón, sino la vuelta del amor propio
y al rato volvemos ante el espejo a besar locamente las mejillas del amante reflejado.
 
De igual forma,
cuánto rogamos a Dios o a la suerte que aquellos a quienes decimos amar
se conviertan en seres diferentes a los que son en realidad,
cuánto deseamos que por obra de un milagro se parezcan mucho más a nosotros mismos
o que vuelvan a nacer con las virtudes que tanto nos faltan, 
y los odiamos furtivamente por alejarse de nuestra quimera.

He amado esperando que alguien diera la espalda a su realidad
y entrara al laberinto de mis sueños para tornarse en adorado espectro en medio de la niebla.
He sido amado con la esperanza de ser otro: el que se fue, el que no ha llegado, 
el que no puede ser ni llegará jamás, 
porque no existe ni existirá nunca.