¿Qué fuimos el uno para el otro?
Si hubiéramos sido al menos
dos cuerpos mutuamente
palpados a oscuras,
nos hubiéramos reconocido.
No. Te diré lo que fuimos:
dos bultos de sombra
tirados uno sobre el otro,
dos cavernas de la misma montaña,
dos celdas contiguas y muy calladas.
En la tiniebla, en la roca
o en el muro creímos tocar
lo que hemos esperado toda la vida
y nunca nos llegará, recordada extraña,
porque estamos condenados a siempre
querer sentir entre los dedos una luz,
una piel que nos convierta
en claridad sin fin y sin dolor,
en alma de otro cuerpo.
Pronto sabrás, si no lo sabes ya,
que solo se anhela de verdad
aquello que jamás existirá.
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