domingo, 27 de octubre de 2024

Soy el olvido

Sospecho  
casi con total certeza
que en la memoria de los otros
vuelvo a las tardes de los sábados
cuando trepaba a los buses sin leer
los carteles de las rutas, sin preguntar
para dónde iban, solo para atravesar la ciudad
y confundir mi reflejo en las ventanas polvorientas
con las torres y los parques de barrios muy lejanos.  

Es decir,
en el recuerdo de los otros
soy el que de tanto jugar a no saber
quién es ni cuál es su destino, termina
creyéndose alguien más y al bajarse
en un paradero cualquiera ya no es el mismo, sino
un pasajero que se pierde entre empujones y afanes,
un desconocido cuya sonrisa o amargura
desaparecerá para siempre en cuanto doble la esquina.

Al final de la historia,
como antes del principio,
soy un extraño.  

Ni yo mismo conozco
al que otros conocieron.

domingo, 20 de octubre de 2024

Lo no vivido

Una piel que mis besos no agotan;
un cuerpo que el tacto de los sueños
esculpe en la penumbra de mi cuarto
y el deseo convierte en luz palpable;
una caricia suspendida entre la noche
y el despertar, y por mis dedos retenida
como el frío de alguna montaña,
como el viento tras cerrar la puerta; 
una siesta en que los brazos dormidos
alcanzan finalmente esa orilla humana
donde las olas se deshacen en besos
y vuelvo la espalda a la vasta soledad 
para tenderme sobre un pecho de arena; 
una música cuyos violines celebran
la entrada de mis caprichos y anhelos
a mis recuerdos y amarguras
con apasionada tristeza.

Hablo de esa vida que no pude,
no puedo ni podré vivir y, sin embargo,
he vivido, vivo y viviré en secreto,
tan oculto que a veces me sorprendo
esperando lo irremediablemente perdido
como si hubiera visto llegar a alguien,
puntual y sonriente, al lugar de la cita.

viernes, 18 de octubre de 2024

El poeta a escondidas

Este silencio no me pertenece a mí,
sino a las noches de breve reposo
y cansancio interminable,
a la muerte de cada día
y la resurrección de todas las mañanas,
a los órganos que esperan la jubilación
bajo la cuadriculada camisa del burócrata,
a la espera de la hora en que terminan
las jornadas de pena sin gloria.

No, este silencio no es mío.
Si pongo el oído sobre mi vida,
escucharé una lumbre generosa o un infierno,
un corazón alertado por sus propias campanadas,
un mar que mis pensamientos han volcado
contra sí mismo y en cuya sangre navego
a la deriva como una tabla rescatada por las olas.

A pesar de lo que diga este silencio ajeno,
adentro se oye todavía crepitar el fuego,
galopar los latidos, chocar la marea lujuriosa,
porque aquí las palabras siguen volando huracanadas
y agitando llamas, bestias, oleajes
en su rumbo hacia el destino que algún sueño me concede.