Crujen las hojas secas.
Vuelvo la mirada: nadie.
Tampoco ha sido el viento.
Me persigue una futura soledad.
domingo, 13 de junio de 2021
Ilusión
miércoles, 9 de junio de 2021
Pesadilla bíblica
Soñé que me convertía en un hombre muy religioso, una especie de predicador demente. Sermoneaba a familiares y amigos diciéndoles que yo seguía creyendo en Dios aunque el diablo me había robado el alma. A todos los abrumaba y entristecía mi locura, salvo a mi padre, que me oía sin alterarse y sin lástima.
De repente quedé solo frente al mar. Levanté los brazos al cielo y empecé a gritar al horizonte que mi cuerpo desalmado estaba lleno de fe en Dios y desprecio por el pecado. También clamé a los vientos que el demonio era tan débil como la carne, y que mi devoción y mi virtud eran más fuertes. La marea se agitó pavorosamente. Olas gigantes nublaron el sol y rodearon la playa desde la cual yo imprecaba a Satanás.
Con el espíritu aplastado por la sombra del maremoto, llevé las manos al rostro y me agaché, pero no sentí caer una gota de agua. No recuerdo cuánto tardé en descubrirme los ojos. Cuando lo hice, solo vi arena por todas partes. O el mar desapareció o yo aparecí en un desierto.
Desperté angustiado por la suerte de aquel hombre y también por la mía. ¿Se había salvado de morir ahogado o estaba condenado a morir de sed? ¿Cómo podía yo tener la misma fe en mi cordura después de semejante pesadilla?
viernes, 4 de junio de 2021
El pasado, ese sueño...
Parece imposible dejar de creer que el paraíso o el nirvana están en el futuro. Esa fe en glorias, amores y plenitudes venideras cede un poco ante las dichas del presente, los monólogos del sentido común, las palabras del amigo o del terapeuta y los discursos metafísicos. Sin embargo, vuelve con la tenacidad de la ola cuyo silencio es el preludio de una embestida clamorosa. He vivido esperando que la vida empiece mañana, la otra semana, el mes entrante o el próximo año. Mientras tanto, el presente sigue corriendo a mi espalda. Cuando vuelvo la mirada, ya no puedo reconocerlo. Una luz imposible, intensa y difusa al mismo tiempo, desciende de las montañas que solía ver desde las ventanas y baña hasta los rincones más pesarosos de mi ciudad. Viéndola brillar así, me pregunto por qué no me bastaron sus calles, sus árboles y sus rostros para haber sido mucho más feliz de lo que fui. La misma luz, magnificada al traspasar una vieja cortina ocre que avergonzaba a mi madre, entra a la sala donde mi padre lee el periódico o dormita frente al televisor, y su existencia en el recuerdo se me presenta como un milagro. Ahí está, ahí estuvo el paraíso. Hemos vivido entre ángeles, entre fantasmas vestidos con la humildad de esa cortina resplandeciente y danzante de la misma forma en que resplandecían y danzaban los arbustos del Edén. El futuro también será un sueño entre los sueños del pasado. De nada sirve tratar de retener el presente con el pensamiento. Quien piensa en el instante fugitivo no hace más que soñarse despierto.