martes, 7 de julio de 2020

Oceánida

No eras aún, pero ya estabas
en el fondo del océano,
en el pensamiento sin palabras.

Con manos de ciego, el mundo
halló entre la arena tenebrosa
los elementos que te forman.

Y oyendo la marea de los siglos,
reunió tus metales en una sola piedra:
cobalto, níquel, cobre, manganeso.

Surgiste de las aguas, vestida
de noche primigenia, púrpura
antes de los dioses y los reyes.

Fue siempre tu pelo
el mar quebrado en reflejos,
roto espejo de un día furioso.

En tus ojos, el mundo admiraba
el cielo y el infierno de su juventud,
su pecho de volcanes, su sangre de lava.

De tal manera brilla tu sombra,
que la noche reclamó tu presencia.
Eres todo lo que veo cuando apagan la luz.

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