Cada vez que entro al edificio donde vivo, me encuentro con las palabras «GO AWAY», «LÁRGUESE», bordadas en un tapete que un vecino ha puesto al pie de su puerta.
Más
o menos a dos metros de distancia leo «WELCOME», «BIENVENIDO», en otro tapete del mismo tamaño, e incluso del mismo
marrón pálido, que algún inquilino también ha tendido a la entrada de su
apartamento.
Todos los días recorro la naturaleza humana en unos cuantos pasos.
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