Allá en el pasado, mi esperanza
sigue recorriendo de sur a norte
la ciudad que aquel presente
eterno en la memoria y yo
abandonamos hace un tiempo
cuyos números gotean y rebosan
mi amargura calladamente desbordada.
Entre calle y calle ascienden
los violines de mi joven corazón
y es mi vida la que rueda sin ruido
sobre el asfalto azulado y el polvo
del camino hecho nube incendiada.
Tú sigues esperándome en esa casa
a la que no quieres volver nunca,
y aunque lo quisieras, jamás podrías,
porque somos el uno para el otro
lo que ya no somos ni seremos,
fantasma siempre incandescente
a nuestras espaldas, ardiente nostalgia,
soles del ayer y futuro de sombras.